Una de las cosas que más me gusta en la vida es la música. Aclaro, no todo tipo de música, pero me siento sumamente orgullosa de mi fascinación por melodías armoniosas que hacen que mi corazón se infle y que dispara mis emociones al ritmo de un compás determinado (3/4, 4/4, 6/8, etc)

Cuando era niña, la única forma que yo conocía para saber lo que sonaba era por medio de la radio, mirando la televisión o hurgando entre lo que mis papás tenían en sus vinilos de salsa, merengue, boleros o baladas. No siempre estaba contenta con lo que había en radio, muchos comerciales, locuciones con chistes que aún no entendía y el tener que escuchar muchas canciones mientras esperaba la que tarareaba en mi mente. Una situación similar pasaba con la televisión, ya que los programas musicales eran pocos y eran bastante repetitivos. Y por otro lado, el gusto musical con mis padres es en realidad poco compatible a pesar de las pocas coincidencias que existen.

Conforme fui creciendo, un computador llegó un día a mi casa hacia el año 95 y tuve la oportunidad de conectarme a una red que, posteriormente se convirtió en una parte importante de mi mundo y en la puerta de acceso musical número uno.

Así que después del internet, dejé de mirar entre los discos (que posteriormente se convirtieron en cds) de mis padres. Dejé de escuchar radio y de ver televisión esperando eternamente una canción y teniendo que escuchar muchas que no me querían. Dejé de anhelar la navidad para poder pedir los cds que más quería. Y aunque suene a testimonio de comercial de Televentas, estoy consciente que Internet cambió mi vida y mis perspectivas musicales.

Gracias a la red, a los programas de descarga de música, a los blogs especializados, a youtube y a un sinnúmero de recursos que se multiplican día a día, conocí más sobre el rock que lo poco que mostraba MTV, escuché las bandas sonoras de Gustavo Santaolalla y Yann Tiersen, bajé partituras de piezas de Chopin y Bach, e incluso pude tocar en piano «The Flowers» de Regina Spektor gracias a un tutorial que vi en youtube.

Así que, cada vez que pienso en toda la controversia relacionada con la piratería y con la decadencia de la industria musical, estoy consciente de las inmensas repercusiones económicas que hubo para ese segmento que se encargó de convirtir al arte de la música en un producto de supermercado.

Pero por otro lado, la oportunidad que muchas personas como yo tuvieron de elegir lo que querían escuchar en lugar de ser víctimas de las circunstancias de una radio insulsa y repetitiva, se la debo a Internet. Gracias a esta red, la música trascendió su valor comercial y se democratizó de manera genuina, ya que hizo que cada uno de los oyentes fueran melómanos empoderados. Y como un final de cualquier comercial de Televentas, si a mí me cambió la vida, a usted también se la puede cambiar.

 

Por: Angela Bohórquez

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