Se entiende por madurez pedagógica el dominio del contenido y la capacidad de utilizar en la promoción y el acompañamiento del aprendizaje los más ricos recursos de comunicación propios de una relación educativa.
La madurez pedagógica pasa por la capacidad discursiva, por la producción de textos adecuados a nuestros interlocutores, por el uso de las tecnologías con la soltura de quien se ha apropiado de un recurso tan ágil como la propia mano, por la creación de un ambiente pedagógico en el cual se fomenten la creatividad individual y grupal, por la orientación para trabajar en el contexto, por la libertad necesaria como para que el estudiante pueda incorporar su propio ser, su propia historia, su propia experiencia al proceso. Todo ello dentro de la pasión por la ciencia y por el conocimiento. Y todo ello enmarcado en una concepción del hombre y de la vida que dé sostén a las metodologías de relación con el otro.
El vértigo de la dinámica científica y de las transformaciones sociales golpea sin ningún disimulo las puertas de las instituciones educativas. No creo que podamos enfrentarlo ni crear gran cosa sin una transformación pedagógica, por más cambios, planes de estudio, por más computadoras, por más redes nacionales y mundiales, por más satélites y realidades virtuales que utilicemos.
Y lo pedagógico se juega en las relaciones presenciales ahora también virtuales, – sin excusa de no tener el archivo ejecutable-, en los textos, en los grupos, en las practicas con el contexto, en la recuperación de la propia existencia para incorporarla al proceso de hacer ciencia y cultura. Al desanimo ante el <<atraso de nuestra sociedad con relación a otros países>> o ante la creencia en que <<todo ya está hecho>> es necesario oponer una pedagogía llamada a recuperar el entusiasmo y la capacidad de construir ambientes educativos plenos de creatividad y de impulso vital. Es en estos ambientes donde adquiere sentido cualquier tecnología, y no a la inversa. Una prueba: el SENA Virtual.
Hablo de nosotros entonces; de nuestras relaciones, de nuestros textos y contextos, de nuestros instrumentos de relación y comunicación, de nuestros grupos, y de la experiencia y la vida de nuestros estudiantes. Hablo del sentido, en suma de los más cercanos a nosotros mismos: de nuestro sentido como educadores.
Es en ese sentido, solo en él, es donde cobran significación las nuevas y viejas tecnologías aplicadas a la educación. Un educador maduro, dueño de sus recursos, comprometido con un proceso educativo de esta naturaleza, es también aquel que se ha apropiado de las tecnologías para utilizarlas sabiamente en su tarea cotidiana; es aquel que acompaña a los que aprenden algo nuevo en el vértigo de la construcción de su ser y de la apropiación del mundo y de sí mismos a través de todos los recursos desde la palabra dicha cara a cara hasta las infinitas navegaciones por las redes de redes.
Andrés Ricardo Bejarano Paris
Consultor regional Antioquia y Eje Cafetero – Programa Mipyme Digital
Corporación Colombia Digital
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