A veces se dice que a Colombia las cosas llegan tarde. Especialmente cuando se habla se tecnología. La tecnología, que viene «empacada» en equipos, en conocimientos, en cultura, en procedimientos, en patentes, en licencias técnicas, suele ser creada en países ricos e irradiada desde allí. Tales países invierten mucho dinero en actividades científicas y tecnológicas. No menos del 1% del PIB. Países como Corea del Sur invierten hasta el 3% del PIB en investigación y desarrollo. Hay 60 mil graduados con doctorado en Corea que e dedican exclusivamente a la investigación. Por eso, no es raro el volumen de solicitudes de patentes. En Finlandia, país de algo más de siete millones de habitantes, hay 50 mil investigadores, es decir una cifra superior a los siete mil por cada millón de habitantes.
Aquí, al contrario, se le para pocas bolas a le educación, a la ciencia y la tecnología. Con 45 millones de habitantes invertimos menos del 0.4% del PIB en el tema y no hay más de 150 personas por cada millón dedicadas a I+D, es decir, en total, no más de 7 mil investigadores. No sólo es responsabilidad del Estado. También de las empresas privadas, que no piensan mucho en la innovación ni en que el país salga de la trampa del petróleo, el níquel, el carbón y el café, que representan más del 50% de nuestras exportaciones.
No obstante, hay un aspecto paradójico, que tiene que ver con la cultura de aprendizaje en países como Colombia. Tal vez por la ausencia de oportunidades, quizá por la cultura obligada del «rebusque», hay muchos colombianos (y colombianas) que aprenden por su cuenta, a la brava. Resolver retos, desde muy temprana edad, es obligatorio para muchos, aún cuando no haya el apoyo con el que cuentan coreanos, finlandeses o alemanes.
Ello aplica en el terreno de Internet y las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC). Es evidente que la conectividad a Internet ha aumentado en Colombia, aunque hay grandes desigualdades regionales. Como se sabe, hay más de 40 millones de aparatos móviles y unos 27 millones de usuarios (algunos con dos o más celulares). Sin embargo, a pesar de la revaluación, los computadores siguen caros y las licencias de software, también.
Y ahí el ingenio. Con la simple conectividad a Internet y las ganas, muchas ganas, es impresionante la cantidad de talentos jóvenes que están incursionando creativamente en el uso de tales tecnologías, muchos de ellos sin la educación formal para uso y aplicación de las TIC. Gente que absorbe, como esponja, la disponibilidad de herramientas que hay en la red, de software libre al alcance de la mano para quienes «camellen».
Hay verdaderos tigres, de talla internacional, en los juegos. En el diseño, en la programación. Y aunque no hay estadísticas, ni censos acerca de la proveniencia de tales talentos, es muy probable que el rebusque del conocimiento esté operando como un factor democratizador, a veces por pura necesidad. Jóvenes de estratos más modestos, que no han tenido tampoco la oportunidad del aprendizaje de idiomas extranjeros, están abriéndose paso por su esfuerzo, en el manejo de TIC.
Desde luego, hay orgullos que también se asocian al sistema formal. Premios internacionales de empresas jóvenes que innovan en TIC, con bienes y servicios que resuelven retos en los campos de la salud, la educación, el entretenimiento.
Lo anterior no significa que no haya que emprender programas masivos de formación digital, generando más oportunidades a quienes no las han tenido. A pesar de las falencias que existen, vale la pena resaltar que hay inmensos orgullos que demuestran una inmensa capacidad de apropiación de tecnología … a la brava.
Rafael Orduz
Director ejecutivo
Corporación Colombia Digital
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