Hace un par de meses viene rondando por la cabeza una idea de esas que necesita discernimiento, consulta y «berraquera», para poder afrontar las consecuencias de la decisión que se tome.

Sé que muchos me tildaran de aburrido e ilógico al hablar y escribir sobre la apropiación de recursos TIC, otros dirán que soy un «idiota digital» y en uno que otro foro me calificaran con mil adjetivos. Pero la verdad, no me importa. Es más el desgaste que tengo que vivir a diario al abrir mi correo personal y recibir siete u ocho correos con enlace a este sitio en la web 2.0.

Sí, amigo lector, me cansé de ser miembro de la red social Facebook. Antes de contarles los motivos que me llevan a  «renunciar irrevocablemente» a este popular sitio, quiero aclarar que no busco criticar y calificar a los que se quedan, ni mucho menos indisponer a Mark Zuckerberg, el joven y multimillonario creador de esta red estudiantil nacida en la Universidad de Harvard.

Cuando iniciaba mi camino por el señor «Caradelibro», me llamó mucho la atención una descripción de tan fantástico sitio: «A social utility that connects you with the people around you» (Una utilidad social que te conecta con la gente a tu alrededor) y no niego que me pareció interesante no quedarme atrás de todo lo que innova y genera nuevos canales de interacción. Me emocioné cuando pude publicar (lo acepto sin pena) varios álbumes con muchas fotografías de mi vida personal y laboral, el reencuentro con muchos de mis ex estudiantes virtualmente me encegueció y el ver que mi número de amigos aumentaba a diario, me llevó a pensar que después del Facebook, no había nada. Si esto se compara con un noviazgo, estaba en la etapa del enamoramiento.

Acepto que las redes sociales en Internet cumplen con una función que se ha vuelto fundamental en el desarrollo de las relaciones personales, y muestra de ello son las convocatorias a diferentes actividades, algunas con tinte social  que han motivado movimientos sociales interesantes, que infortunadamente por el desgaste, terminan en simple recuerdos. El diario The Economist en una de sus ediciones de agosto del 2007, afirmó que mientras otras redes sociales están interesadas en ayudar a la gente a hacer nuevas amistades online, Facebook aspira a trazar el único y verdadero mapa de relaciones entre personas: las actuales y las futuras.

Pero también estoy convencido de que ese mapa de relaciones terminan siendo  espacios que se inutilizan y se transforman en «simple modas». En mi caso, me aburre tanta información sin sentido que llega a mi perfil, me preocupa «tanta libre expresión» tan poco responsable y me provoca salpullido la pérdida de nuestra privacidad.

Además, es para analizar las adicciones que este tipo de sitios crean, me aterra ver conectados a muchachit@s a altas horas de la noche, buscando con quien chatear.  Hace poco leí el caso de Caroline Hocking en el Reino Unido, una mujer adulta y obsesiva confesa a esta red social quien comentó que todo comenzó lentamente y comprobó entonces que su permanencia en Facebook se había transformado en «una adicción exigente y antisocial». Otra experiencia que me llamo la atención fue la de un ladrón en Estados Unidos, quien entró a robar en una casa un par de anillos valorados en 3.500 dólares y quien fue detenido al dejar abierta su cuenta en este sitio desde el ordenador de la víctima.

Me atrevo a decir que sí se puede vivir sin Facebook, y que tal vez como me dijo alguien muy cercano: «Sí no estas en Facebook: no existes», dejé de existir. No importa, asumo el riesgo de la invisibilidad, de no utilizar más algunas aplicaciones tontas e inútiles en un 99%, de ser un asocial virtual por no unirme a más redes, a no recibir más invitaciones tipo: «Que diría tu mamá si» o a etiquetar  fotos con los nombres de conocidos en versión Piolín y los Simpson. No niego que el fenómeno es interesante, pero cansa y les aconsejo a esas personas recatadas, discretas o que desconocen bien el funcionamiento de estos sitios  que tengan cuidado con las fotos e información que publiquen. Por esto anuncio que el primero de noviembre eliminaré mi perfil y aprovecho para agradecerle a los que solicitaron mi amistad: amigos y sugeridos (a uno de estos tuve que borrarlo por estar acosando sexualmente a una amiga) y me invitaron a participar de tantas buenas cosas.

Finalizo diciéndoles con toda la tranquilidad de mi conciencia: «Ya se les pasará la fiebre»

Álvaro Rodríguez
Asesor en proyectos de educación
Corporación Colombia Digital
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