El pasado  21 de noviembre, se celebró el Día Mundial de la Televisión, en conmemoración al primer Foro internacional que sobre este recurso TIC se organizó en la ONU. Esta iniciativa de la Organización de Naciones Unidas fue establecida en 1996, para motivar a los programadores de televisión a emitir contenidos que fomenten la paz, la seguridad, el desarrollo económico y social de todas las comunidades receptoras de esta «mágica señal».

Esta conmemoración lo que pretende es reflexionar y revisar las diversas experiencias televisivas, combinarlas, potenciarlas y plantear nuevos escenarios que articulen a la televisión convencional, las nuevas tecnologías y la educación.

Ahora bien, si realmente nos sentáramos a hacer este ejercicio de discernimiento sobre nuestra televisión (no desconozco lo que hacen muchos críticos y la Comisión Nacional de Televisión), se lograría de alguna forma impactar sobre algunos contenidos, manejos de información y horarios de difusión, que harían de la TV un espacio equitativo, variado, constructor de ciudadanía y sobre todo: un medio de entretenimiento con tintes de formación.

Estoy convencido que la función esencial de la televisión no es educar sino entretener, pero no me aparto de la idea de que todo medio de comunicación tiene una responsabilidad social frente a sus productos y que el entretenimiento no puede ser ocupado por la chabacanería y la ramplonería de algunos de nuestros programas.

No se puede dejar de lado que la calidad de algunas productoras de nuestra televisión es muy buena y reconocida a nivel mundial, aparte de ser barata frente a mercados televisivos con más años de experiencia.  Además de ser recursiva, creativa y pertinente al contexto nacional, lo que la hace emocionalmente mucho más cercana al puñado de televidentes que tienen como única compañía en el trajinar del día su televisión solamente con canales nacionales.

Esta reflexión no busca sacar mi lado más mojigato y señalar que es lo malo, que no educa, lo que es apología al crimen, de nuestra pantalla chica. Soy un mortal que disfruta con «Los Simpson», soy un fanático de «La tele» y «El siguiente programa», no me pierdo «Pandillas Guerra y Paz», adoro a Charlie Harper de «Two and a half men», aprendí el futbol tenis en «Futbol para Todos», me identifico con Dr House, le creo a Jaime Bayly en su programa peruano (Francotirador) y en su espacio en NTN 24, aún me río con «El Chavo del ocho» y también asisto sagradamente todos los domingos a la «Tvpolémica».

Qué pena no manifestarle mi gusto por los «canales cultos», pero me aburren en un 60%, por fortuna soy un colombiano promedio que no se ha vuelto criminal por haber visto completo el «Cartel de los Sapos» o por querer que Jack Bauer venga y nos resuelva los problemas de violencia que tenemos.

Infortunadamente ese es el gran error en que nuestra sociedad ha caído al ver la TV,  criticar por criticar todos estos espacios y no tener la coherencia y la capacidad de tomar una decisión frente a lo que se observa y lo que se quiere hacer. Por fortuna contamos con mucho más recursos TIC como la televisión satelital para buscar otras alternativas, la culpa no es de la TV por tener  en su franja «prime time» esas novelas y realities; la culpa es de los papás que no invitamos a nuestros hijos pequeños a acostarse en horarios acordes o simplemente les ponemos los canales de niños (a esta hora dan a Jorge el Curioso, Lazy Town, los Padrinos Mágicos, etc). Infortunadamente la culpa es de tanta gente que critica, pero en la soledad de sus habitaciones disfrutan con estos espacios y ayudan a que el rating aumente y le llenen los bolsillos a estas empresas. Bien lo diría Donald Trump: «¡No es nada personal, son negocios!».

La semana anterior leí la reflexión que Mockus hizo sobre el Capo y me identifique mucho con una afirmación sobre este tipo de programas: «Ayuda a el que cada uno de los personajes, comenzando por los delincuentes, tenga unos valores claramente apreciados por la sociedad colombiana: lealtad (cuente conmigo, para lo que sea), reciprocidad (hoy por mí, mañana por ti), valentía y disponibilidad inmediata, irreflexiva (lo que haya que hacer, lo hacemos ya), especialmente ante emergencias o ante oportunidades de éxito fácil»(1). Lo cual indica que nuestra televisión no nos está educando para ser buenos o malos, simplemente nos está recordando lo que somos (sin que esto quiera decir que seamos un país de delincuentes), para que definitivamente empecemos a cambiar el curso de nuestra historia.

Finalizo invitándolos a mirar con sentido crítico y constructivo la TV (la nacional y la extranjera), dejando a un lado esa doble moral que nos golpea, porque aunque no lo creamos, muchas de esas situaciones que se presentan a diario por la «cajita mágica» son el producto de nuestra realidad, aunque a algunos les duela aceptarlo.

Referencia
1.  
 http://estilodevida.latam.msn.com/articulo_diners.aspx?cp-documentid=22659127

Álvaro Rodríguez
Asesor en proyectos de educación
Corporación Colombia Digital
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