Hace quince años las presentaciones elegantes tenían que contar con los acetatos y el proyector. Era lo moderno. Qué gastadera de plata: acetatos y tinta. Luego, supuestamente, la dicha de poder realizar presentaciones en Power point (ppt). Ahora, en todos los ámbitos, no se está en nada, si las presentaciones no están en ppt. Incluidas las clases, particularmente en instituciones de educación superior. De ahí que universidad que se respete tiene sus aulas dotadas con «video beam» o, ya españolizado, VideoBin, para que los profesores puedan realizar sus exposiciones con ppt.
Como ocurre con cualquier herramienta, su utilidad depende de cómo sea empleada. A continuación, se presentan algunas ideas a maestros y profesores, también aplicables a otras profesiones, para utilizar de manera indebida el ppt y hacer que cada jornada sea lo más aburrida posible.
En primer lugar, hay que olvidar el cuento de la participación de los alumnos y la fábula de que entre todos se aprende. El que sabe es el profesor y el que valida el conocimiento es el que sabe, punto. Así que, como premisa, el ppt debe servir para aplicar tal principio rector: el profesor acá, los alumnos, necesitados del saber, allá. Yo hablo, tú callas y escuchas.
Segundo: ¿Para qué son las herramientas tecnológicas si no para ahorrar tiempo? En vez de dedicarse a preparar en conciencia las clases, los profesores pueden aplicar lo que algunos critican de algunos estudiantes: el «copy – paste«. Valga decir, sacar cuadros, gráficas y textos de documentos que se encuentran en la red, sin necesidad de citarlos y trasladarlos a las exposiciones en ppt. ¡Ah! Las ponencias así realizadas se pueden servir para dar clase en distintas partes y en diferentes semestres. Basta cambiar las fechas, modificar los títulos…. y ya.
Tercero, hay que parecer inteligente, complejo. Eso quiere decir que hay que procurar poner muchas ideas en cada diapositiva, ojalá con letra pequeña, gráficas, tablas, flechas y otros símbolos con numerosos colores. Hay que tomar la decisión de creer que los demás considerarán que se es más brillante entre más complicadas sean las diapositivas, visualmente hablando.
Un cuarto aspecto, que de alguna manera está incluido en los anteriores, es que hay que evitar hacer explícita la estructura del documento. Valga decir, este no debe contar con elementos como la agenda, los mensajes principales o las conclusiones. Con tal método, los estudiantes irán descubriendo, poco a poco, la realidad del tema, sin necesidad de que el profesor exponga, de antemano, un plan y unos propósitos expositivos.
Quinto, hay que olvidar que los estudiantes saben más de herramientas digitales que el mismo profesor. Las redes, los blogs y las herramientas que hoy se catalogan bajo el extraño nombre de web 2.0 o computación en la nube son meros distractores. Útiles para chismes y frivolidad. Nada de proponer uso de blogs o de aulas virtuales, porque se corre el peligro de que la clase se salga de las manos y entre en la anarquía.
El resultado del uso de la anterior receta conduce, como de hecho ya ocurre con gran éxito en numerosas aulas de clase, a un crimen de lesa calidad en la educación y a algo peor: el insufrible aburrimiento de parte de los alumnos.
Rafael Orduz
Director ejecutivo
Corporación Colombia Digital