El presente es un escrito de solidaridad dirigido a los
docentes que capacito, que tienen décadas enseñando, algunos 42 años ejerciendo
la docencia, otros con más de 8 nietos, con achaques propios de la adultez y
los que aun están intentando descifrar que es un muro, dónde van los retweets, cómo es un BBchat y dónde se consigue un hashtag.
Todavía recuerdo un cartón verde menta, en el que
los docentes redactaban con hermosa letra cursiva notas y felicitaciones en
boletines, pero las cosas cambiaron: hoy intentan descifrar un cuadro en Excel lleno
de hojas de cálculo, comentarios, filtros y formulas, que en cualquier momento
pueden perder si olvidan ir a «Archivo – Guardar».
A estos maestros, tengo que reconocerlo, les tengo
especial afecto, me alegran las capacitaciones, son mi reto, les pregunto e
indago y siempre tienen anécdotas que contarme. Una de las que más recuerdo es
la de Idelfonso, brillante ajedrecista, que en plena conquista a una chica le pide datos de
contacto a su prospecto y esta le contesta que la busque en Facebook. Él, convencido que Facebook era una nueva discoteca de la zona rosa de su ciudad,
le dice que si quiere la pasa a buscar en su moto y la lleva con gusto a «Facebook».
Fue necesario que el profesor me repitiera la historia, porque además de la gracia
que causa la anécdota en sí, la forma que la contaba era chistosa y burlándose
de sí mismo y de su confusión.
Algunos me dicen: «Profe pero usted con esa juventud aprende lo que quiera». Sin embargo, la
juventud no garantiza que sepa hacer buen uso de las nuevas tecnologías, ni los
jóvenes tienen la última palabra, por eso urge que ustedes maestros, con buenas
experiencias pedagógicas y propuestas formativas innovadoras, promuevan el uso
educativo de las TIC, creen redes de aprendizaje y se den a conocer.
Un docente en Santa Marta en alguna ocasión me
dijo: «¡Seño! Loro viejo no aprende a hablar» y esto no es cierto, si así
fuera, no viera con tanta frecuencia, en mis recorridos por varias
instituciones, la escena del alumno enseñándole al maestro por ejemplo a abrir
su correo electrónico o a instalar el video beam para preparar la clase. ¿Acaso
nuestros estudiantes no nos están dando la oportunidad de aprender? Si ellos están dispuestos a enseñarnos es porque
creen que lo lograremos.
No alcanzaría a calcular la paciencia que la Profe
Mariela tuvo conmigo para que memorizara la tabla del 9, difícil para mí y
tormentosa, no creo que ella me olvide, fui su reto. Llegó el momento de
agradecer, recompensar lo que la vida me enseñó
y por eso asumo el reto: haré hablar a loro sin importar su edad.
María Luisa Caicedo
Asesora educativa
Corporación Colombia Digital