Recuerdo con gran nostalgia un buen fin de semana hace tal vez dos o tres meses. Ese sábado cuatro amigos nos pusimos cita para hacer una de esas cosas que para muchos es perder tiempo, para otros ocio, pero para nosotros uno de los más grandes gustos de la vida.
Nos jugábamos el torneo de fútbol más importante de Suramérica ‘La copa Libertadores’.
Todo estaba listo, había tensión, nerviosismo, una gaseosa familiar y un tazón con palomitas de maíz. La antesala no podía ser mejor. Como si esto fuera poco, habían unos roles primordiales dentro del grupo: el narrador, el comentarista y los «barristas» o hinchas que alentaban al equipo. Algunos dirán que no hay gracia en ello, pero lo cierto es que esos papeles que tomaba cada uno agregaban más emoción al momento.
Luego del sorteo de grupos y equipos, nos sentamos en frente del televisor con el volumen al 100%. Rodó la pelota y con ella llegó el festival de gritos, aplausos y una que otra inconformidad. El hecho era que el camino por la Copa, había empezado. No tardó mucho en desatarse la alegría. Pasaban 15 o quizá 20 minutos de juego cuando llegó el primer gol. Se desbordó la felicidad, un grito fuerte y casi eterno salió de un grupo de 4 amantes del fútbol, que ese día se pusieron cita para recrear la pasión que despierta este deporte, tal cual como en esos días en los que juega la Selección Colombia y todo el país se une y se regocija ante el júbilo de verla ganar.
Fueron largas horas en frente de la pantalla festejando tras cada anotación de los nuestros y sufriendo por las de los rivales, replanteando estrategias de juego como si fuéramos el mejor de los técnicos. Luego de aproximadamente cuatro horas allí sentados, llegó ese momento póstumo que todos quieren alcanzar: la anhelada y apreciada final.
Y fue entonces cuando tres hombres y una mujer, así es, una tanto o más hincha que muchos otros y con el mismo gusto por el fútbol, nos vimos allí sentados frente a un televisor, cada uno con un control y una consola de videojuegos, al borde de la alegría porque estábamos a punto de ganar un torneo en un juego.
Pues bien, esta anécdota me permite ahora pensar que el mundo de los videojuegos se hace cada vez más real, convirtiéndose en un espacio virtual en el que entramos y nos distraemos por algunos minutos.
Por estos días la tecnología ha avanzado tanto que las consolas de videojuegos no se limitan a una «caja» y un par de controles. En la actualidad, nosotros, los jugadores ( «gamers») somos una extensión del equipo. Un ejemplo claro de esto es el aditamento llamado Kinect que fue lanzado por Microsoft en 2010, el cual permite a los usuarios interactuar con la consola y controlarla sin necesidad de un dispositivo físico, como se hacía tradicionalmente.
En un principio, las consolas como toda tecnología fue arcaica. En comparación a lo que vemos ahora no ofrecían mucho, aunque para esa época el entretenimiento era suficiente para los usuarios. Desde la década de los 40’s hasta la actualidad podemos hablar de cerca de 30 consolas diferentes (sin contar las portátiles) entre las cuales y de las antiguas se destaca la Atari 2600, que fue creada en 1977 y trajo los primeros grandes juegos como: ‘Donkey Kong’, ‘Ms. Pacman’ y ‘Pole Position’.
En comparación y dando un gran salto al tiempo presente, las consolas nos ofrecen experiencias diferentes, pasando por servicios unificados de juego en línea, conectividad, implementación de discos ópticos, capacidades de almacenamiento de más de 60 gigas, los aditamentos adicionales que pueden ser usados en computadoras personales, etc. Quizás uno de los logros más importantes que han alcanzado estos aparatos, es incorporar a las personas en la experiencia del juego; llevarlas a un nivel más avanzado, creando una completa cultura de juego. Para el caso del fútbol conseguir que sin importar en qué parte del mundo estemos podamos conformar equipos de juego y caracterizar con nuestra propia imagen un avatar que nos represente en esa virtualidad.
Las consolas y por ende los juegos logran llevarnos a escenarios tan reales que corporalmente nos llevan a sentir emociones como alegría, disgusto, miedo, etc. Esta experiencia es lo que hace más llamativo el momento. Teniendo en cuenta todas estas características, me pregunto si en este presente tan sofisticado en el que se puede interactuar corporalmente con el videojuego, existen gafas de realidad aumentada, podemos hablar y escuchar a otros usuarios a la vez que jugamos con ellos en línea por medio de intercomunicadores: ¿qué es eso que vendrá a innovar en el futuro?
Como usuarios, este competitivo ritmo en el que trabajan las diferentes casas de consolas de videojuegos como Sony, Microsoft y Nintendo nos favorece mucho, porque cada vez más fabrican y desarrollan mejores aparatos, que al mismo tiempo se adecúan a las necesidades del público; o en el caso contrario crean una. Tales avances han logrado salir de la escena del entretenimiento para comenzar a aportar a otros campos como la salud y la ciencia.
Por lo pronto, disfrutemos de las consolas actuales y esperemos por «eso» que nos traerán las futuras tecnologías y alimentarán cada vez más la experiencia de jugar. Respecto a la anécdota que me llevó a escribir sobre este tema, pues bien, les cuento que ganamos la dichosa final y nos coronamos campeones.
Cristhian Herrera
Community Manager