En mis más recientes vacaciones tuve la fortuna de reencontrarme con amigos y amigas que hacía bastante tiempo no veía.
Previo a cada uno de los encuentros anhelaba el momento para escuchar las historias de lo que había sido de sus vidas en los últimos años y así mismo compartir de mi parte las mías. Bueno, llegaba el reencuentro, pero el relato de esas experiencias no sucedía, lo que acontecía eran ya comentarios, apreciaciones y preguntas sobre las historias no contadas, pero que cada interlocutor conocía gracias a la información publicada en redes sociales, en particular en Facebook.
– «Oye, vi que estuviste en… ¿Qué tal te pareció?»
–  «Vi que vas a hacer papá de nuevo, ¡¡¡felicitaciones!!!»
–  «Vi que ahora éstas viviendo muy cerca donde vive mi hermana»
–  «¿Cómo te pareció la maestría que hiciste?»
– Oye, de casualidad ¿te encontraste a ….. en tu viaje a…..?
Después de estos reencuentros, me vinieron muchas reflexione sobre lo que ha influido internet y las redes sociales en la cotidianidad de la amistad.  Recuerdo que los encuentros con personas que no veíamos hacía un tiempo, eran conversaciones extensas de actualización sobre las novedades en diferentes ámbitos de la vida. Ahora, la actualización ocurre en tiempo real, en la medida que van teniendo lugar los acontecimientos: viajes,  cumpleaños, matrimonios, separaciones, hijos, grados, empleos.  Las redes sociales, hoy brindan la posibilidad de estar continuamente enterados de lo que acontece alrededor de la vida de familiares y amigos, y estos a su vez de seguir la nuestra.
Cuando publicamos alguna información, imagen o fotografía en una red social deseamos compartir con nuestros contactos lo que estamos viviendo, sintiendo o pensando. Ahora, si bien en un intento de informar más, lo que sucede ahora es un fenómeno de comunicarnos menos con  nuestros círculos más cercanos, pues al estar enterados de las novedades de la vida del otro, se genera la tendencia de evitar llamar, escribir o encontrarse con alguien en particular, pues finalmente ya estamos enterados.
En los reencuentros, compartir fotografías, por ejemplo, ya es obsoleto, finalmente ya nuestros interlocutores las han visto y tienen sus preferidas y han hasta realizado comentarios sobre las mismas en las comunidades online.
En mi opinión, Internet ha hecho que en la amistad el tiempo reservado para hablar del pasado y compartir historias sea cada vez más reducido. Asistimos a una etapa no peor, ni mejor, sino diferente, una etapa de amistad en línea y en presente continúo.
*Imagen tomada de Getty Images

Oswaldo Ospina
Coordinador Proyectos TIC y Educación
Corporación Colombia Digital