Las TIC han modificado de forma significativa nuestras
vidas y la manera en la que nos relacionamos con nuestros semejantes.

Estos cambios son el resultado de un proceso que comenzó
hace 70000 años con la revolución cognitiva, la cual fue impulsada por el
desarrollo del lenguaje, una poderosa herramienta que permitió a los humanos
establecer relaciones complejas y lazos de cooperación cuya finalidad ha sido desde
entonces la subsistencia de nuestra especie.

Hace 12000 años la revolución
cognitiva dio paso al surgimiento de la agricultura con el consecuente
establecimiento de las primeras redes sociales y comunidades organizadas que
dieron origen a diversas culturas. El resultado de este proceso evolutivo
comenzó a tener un giro significativo hace 500 años con el nacimiento de la
revolución científica, la cual nos ha ayudado a alcanzar un conocimiento moderado
de la naturaleza, permitiéndonos transformarla (lamentablemente en muchos casos
destruyéndola) para nuestro propio beneficio mediante la creación y el uso de
la tecnología.

El hallazgo más importante de esta revolución científica
ha sido el descubrimiento de la ignorancia. La razón: a medida que conocemos
más sobre el universo nos hacemos más conscientes sobre la infinidad de cosas
que aún se escapan a nuestro entendimiento, lo cual nos ha llevado a aceptar
que es la ignorancia el factor que realmente limita la influencia y el poder
transformador que los humanos podemos ejercer sobre nuestro entorno. Sin
embargo, hoy en día es común hablar sobre nuestra sociedad actual como la «Sociedad
del Conocimiento», rótulo algo ambicioso motivado en parte por la notable
influencia que las TIC han tenido en nuestras vidas a lo largo de las últimas
dos décadas.

Para entender su influencia en la sociedad,
podemos hacer una mirada global de su evolución en los últimos años. En
general, el desarrollo de las tecnologías de la información se puede enmarcar en
tres periodos históricos claramente definidos por su impacto social,
tecnológico y económico. El primer período, que abarca parte del siglo XIX y va
hasta aproximadamente 1980, el cual se caracteriza por el desarrollo e
implementación de diferentes redes para cada tipo de servicio, donde la
televisión y la radio se establecieron como servicios cuyo fin era (así es,
era) impulsar el desarrollo y difusión cultural, mientras que la red telefónica
pública fija se posicionó como  el
mecanismo de comunicación imperante suministrado por monopolios propiedad del estado.
El segundo período, llamado etapa de transición, va desde 1980 a 2006; la
telefonía móvil celular y la Internet surgen como servicios adicionales a los
mencionados y el mercado mundial de las TIC entra en una etapa de
liberalización donde se da paso a la libre competencia y masificación de
servicios. Finalmente, desde el año 2006 nos encontramos en la etapa de la
convergencia; en este período, redes modernas de telecomunicaciones que
soportan múltiples servicios sobre una única infraestructura han surgido, y los
mercados y gobiernos se han articulado de tal forma que las TIC están logrando
un impacto social sin precedentes.

Pertenezco a una generación que nació en el momento en el
que estas comenzaron su segundo período, y por tal motivo, en cierto modo puedo
testificar cómo nuestras costumbres han venido cambiando y adaptándose a los
beneficios ofrecidos por los cambios tecnológicos. En mi infancia, la
televisión y la radio eran los medios usados en mi hogar para enterarnos sobre
lo que pasaba en el resto del mundo; y tuvieron que pasar dos años después de un
trámite de solicitud tedioso, para que obtuviéramos nuestra primera línea
telefónica. Durante todo mi bachillerato, en los 90s, esta línea junto con la
máquina de escribir heredada de mis padres y las memorables cartulinas, se
convirtieron en mis más fuertes aliados para cumplir mis compromisos
académicos; adicionalmente, recuerdo los nada gratos planes vacacionales de ir
una vez por mes al banco a pagar los recibos de la casa, teniendo que soportar
enormes filas y extenuantes jornadas.

Mi primer contacto con un computador se dio cuando
ingresé a la universidad en el año 1999, y a decir verdad, fue inicialmente
frustrante poder dar el salto de la máquina de escribir al PC. Gracias al enorme esfuerzo de mis padres, obtuvimos nuestro primer computador y
a partir de entonces inició mi proceso de alfabetización digital. Con esta
adquisición, por primera vez mi familia quedó conectada hasta la entonces
famosa, pero poco masificada Internet. En esta época (año 2001) el acceso a la
Red era el conocido «internet conmutado», el cual no permitía usar el servicio
de telefonía fija mientras se estuviera navegando; esto me trajo muchos
disgustos con mis padres, pues solía pasar muchas horas conectado.
Afortunadamente, hacia 2004, los primeros indicios de la  convergencia golpearon las puertas de mi casa
a través de una tecnología llamada ADSL, la cual permite navegar y usar la
línea telefónica tradicional simultáneamente. En ese año, también obtuve mi
primer celular, y a partir de entonces vino una avalancha de nuevos servicios y
aplicaciones que han impactado de forma notable mis hábitos y han dejado en el
recuerdo no solo la máquina de escribir y las cartulinas, sino también los
engorrosos trámites propios de nuestra sociedad actual.

Haciendo una mirada retrospectiva respecto a la forma en
que las TIC han cambiado mi vida, puedo decir que no solo han acortado
distancias geográficas y temporales, sino que también han abierto una enorme
puerta de acceso al conocimiento y la información. Pero, ¿significa esto que,
una vez descubierta la ignorancia, ya estamos en la Sociedad del Conocimiento?;
personalmente pienso que la respuesta es «no». Las TIC han permitido masificar
el acceso al conocimiento, más esto no necesariamente significa que estemos apropiándonos
y haciendo buen uso del mismo.

Las tecnologías de la información en sí mismas son un
medio y no un fin; un medio que notablemente ha optimizado el proceso que
inició hace 70000 años con la revolución cognitiva cuyo fin último ha sido el
de «comunicar y transmitir información». El salto a la Sociedad del Conocimiento
se da cuando reconozcamos en el mismo la verdadera fuente de prosperidad y
riqueza, cómo también, cuando cada individuo aprenda desde una postura crítica
a discernirlo, apropiarlo y a generarlo. No hay tecnología que nos lleve a este
punto, pues esta transición obedece exclusivamente a un cambio mental y cultural
que nos haga entender que somos nosotros los directos responsables de gestionar
y crear conocimiento haciendo uso responsable de medios disponibles como las
herramientas tecnológicas. Cuando se den estas condiciones seguramente
estaremos en la ruta de  lograr un mejor
perfeccionamiento intelectual y moral del ser humano.

 

Ronald Romero Reyes
Ingeniero y Magister en Telecomunicaciones de la Technical University of Munich

*Bloguero invitado de Colombia Digital

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