La moneda social de la Web son los likes de Facebook o los tuits de Twitter. Y no solo se evidencia en los compartidos y opiniones abiertas que se dejan en los timeline de la gente, sino también en los estados sentimentales que se actualizan cada tanto en las redes sociales.

Me pregunto, ¿qué tan importante es para nosotros como usuarios la publicación de un estado en cualquiera de ellas? Es decir, el “en una relación con…” en realidad, ¿tiene tanto peso para nuestra vida? Y lo pregunto porque recientemente he sido testigo de una serie de casos en los que me ha quedado claro que estas comunidade online le otorgan un ‘estatus’ a la seguridad y confianza de los hombres y mujeres cuando de relaciones amorosas se trata.

Alejandro y Natalia estuvieron saliendo por cuatro años. Ella estaba rotundamente enamorada del man. Sufrió y padeció de las típicas relaciones de las que uno jamás debería engancharse: volver-terminar; terminar-volver, y así. Lo de ellos se resumía en ese círculo destructivo en el que todos, desafortunadamente alguna vez hemos caído. 

Finalmente, después de muchos intentos y cartuchos quemados, decidieron apostarle a uno último. Sus discusiones eternas se resumían en el mismo dilema de siempre: Alejandro jamás había hecho pública la relación, ni posteado alguna foto de los dos juntos ni mucho menos la tenía agregada a ninguna de sus redes sociales. Su razón: “Me gusta mantener mi vida personal en ese estado”. Y era válida su respuesta. Hay gente que prefiere hacerse a un lado del espectáculo lamentable que hacen algunos, cuando a dos meses de relación ya se juran amor eterno, la luna, las estrellas y bla bla bla.

Sin embargo para Natalia, aquel argumento era invalidado por su círculo de amigas y por su misma posición, la cual de alguna manera estaba contaminada y viciada por lo que veía a diario en su timeline de actualizaciones en Facebook. La mayoría de sus contactos ventilaban lo bien que la estaban pasando con sus parejas y ella simplemente era un espectadora de esos momentos virtuales que no podía retratar a causa de las diferencias de opiniones con su novio.

Para no hacer más largo el cuento, Alejandro y Natalia terminaron definitivamente al cabo de unos meses. Y no por la razones de siempre, esta vez la cosa fue distinta. Sin embargo esta situación de la vida real, me ha llevado a reflexionar sobre el grado de importancia que algunas personas le están otorgando a las redes sociales en su cotidianidad. Es decir, “publico mi relación, porque quiero que el mundo lo sepa”, “le declaro mi amor para que mis contactos sepan lo feliz que soy”, “conocí a la mujer de mi vida”, “me siento enamorada”… Pero y ¿qué? Por lo menos a mí no me importa si son la pareja perfecta o no. Yo decido qué publico y qué no, de nadie más depende.

Creo que se mueve como una presión social online, que inconscientemente ha contagiado la mayoría de percepciones de los individuos: “Si estoy en una relación, debo publicarlo porque es importante para mí”… Pero ¿y si no se publica entonces es lo contrario?, ¿quién lo decide? En últimas es la suma de likes o tuits lo que determina el grado de interés para el resto de los usuarios y el significado que adquiere para quien lo postea. No debería ser así, pero son los nuevos escenarios online los que están tejiendo otras reglas de juego en las relaciones interpersonales que se construyen en el mundo real y que toman otro papel en el virtual, uno quizás, de mayor importancia. Esa es la lectura que hago de lo que veo a diario en las tantas actualizaciones que llueven en mis redes.

 

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En tres meses Alejandro ya estaba saliendo con otra mujer y esta vez sí hizo pública la relación, además de ir documentándola con cuanta fotografía de paseos y fiestas, le declaraba su amor eterno con poemas semanales en Facebook. Ya se podrán imaginar cómo estaba Natalia.

 

Eliana Álvarez Ríos
Coordinadora de contenidos web
Corporación Colombia Digital

 

*Imagen tomada de SoxialMedia