Por Camilo Herrera Mora

El diálogo del fin del conflicto necesita dos cosas muy profundas para que tome ritmo: que el ELN se vincule y que Santos pida públicamente que no lo nominen al Premio Nobel de Paz.

Si, como lo leyó. Si Santos le dice al país y al mundo que no quiere el Nobel, y la comunidad internacional le hace más caso, y desactiva uno de los problemas más complejos que tiene: la gente no le cree que de verdad él quiera La Paz, sino el Nobel.

Este acto tiene muchas dimensiones y efectos, y más allá de darle credibilidad al proceso y darle empoderamiento nacional al Presidente, logra desactivar un miedo que ha tomado carrera: que las FARC también ganen el Nobel, lo cual sería casi inaceptable para la opinión pública.

Así, una fuerte y contundente declaración pública, mejora el proceso, elimina tensiones, ajusta el futuro y vincula más a la ciudadanía. Si bien, el hecho de ser Nobel es una forma muy impactante de trascender en los anales de la historia, el pedir que no se lo den, lo pone mucho más arriba y con algunas similitudes al caso de Proust, marcando la historia para siempre.

Sobra decir que es más importante el fin del conflicto que el Nobel, y más aún, los colombianos que unas singularidades; por esto, una buena forma de recuperar la opinión pública es haciendo una apuesta clara: decir que vamos por La Paz y no que él va por el Nobel. Con eso desactiva contradictores y pone al proceso en la senda correcta de historia: la que es de todos los colombianos.

Paso seguido, dígale al ELN que se vincule al proceso sin más dilaciones, y convoque a la Nación entorno a la construcción de un futuro para nuestros hijos. Cuando firmen el acuerdo, la historia dará cuenta de líder que apostó todo por su Nación, y no que apostó a la nación por un premio, como algunos dicen.

La clave de un proceso de negociación para poner fin a un conflicto, no solo es lograr que ambas partes ganen lo suficiente, sino tener como objetivo el bien común, que muchas veces es ajeno o desconocido para la mayoría, ya que las pasiones y la cotidianidad no nos dejan ver fácilmente como con un sacrificio hoy, ganamos mucho más mañana.

Presidente, dígalo, diga que no quiere el Nobel para este proceso y le aseguro que las cosas cambiaran rápidamente a favor del mismo. Para ganar mucho, hay que sacrificar más.

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