Sé que la fiscalía ha dicho que lo es, pero me niego a creer que la muerte de Jaime Garzón sea un crimen de Estado, porque simplemente no fue el Estado el que lo mató.
Hay muchos crímenes y muertes en Colombia que sí pueden ser catalogados como crímenes de Estado, porque decisiones de los gobiernos o instituciones causaron la desgracia o mataron a alguien. Por ejemplo, una norma del sistema de salud, donde prima el papeleo en vez de atender la urgencia, o una mala licitación para alimentos de niños, e incluso la omisión de no hacer un acueducto o poner un puesto de salud en un municipio. Quizá – porque depende mucho de cada caso – una masacre de un grupo ilegal que se pudo dar pese a las denuncias y advertencias previas de sus ciudadanos.
También creo que se pude hablar de un crimen de Estado, por el estado de las cosas. Como puede ser el caso de una persona que muere por la contaminación causada por un proceso industrial o minero con licencias expedidas por el gobierno.
Pero este no es el caso de Jaime Garzón. A él lo mataron unos asesinos que decidieron hacerlo porque les resultaba incómoda su presencia y sus opiniones para sus acciones ilegales. Parece ser cierto -y sin duda la justicia lo dirá en próximos días – que su asesinato fue cometido por oficiales de las Fuerzas Armadas, la Policía y las Agencias de Seguridad del Estado, aprovechando el poder que el cargo les confería y usando recursos de estas instituciones; pero esto no lo convierte en un crimen de Estado, porque el Estado no lo mató, pero sí lo mataron con cosas del Estado.
No fue una decisión de gobierno, una ley, una norma o una instrucción de ninguna institución estatal la que determinó la muerte de este increíble ser humano, fue un acto criminal cometido por personas para sus propios intereses abusando de las instituciones públicas y democráticamente constituidas.
Comprendo que para muchos sí lo sea y respeto su opinión, y espero que comprendan la mía, sin que deban estar de acuerdo conmigo, pero ni el Ejercito, ni la Policía, ni el DAS mató a Jaime Garzón, lo hicieron personas que pertenecían a ellas, deshonrando el uniforme y haciendo un perjuicio enorme a estas instituciones.
Es fundamental comprender que las instituciones no cometen crímenes, a menos que estos sean consecuencia de una acción legal o una directriz clara de la institución que por error u omisión causó un efecto real por no haber medido sus consecuencias o peor aún sabiendo de ellas y subvalorándolas.
Decir que a Jaime Garzón lo mató el Estado, es decir que todos lo matamos, y me niego a creer que el país que aprendió de Él, haya callado una de las pocas voces que decía la verdad en nuestra nación. Desafortunadamente nuestra historia está llena de asesinatos que silencian estas voces y apoyados por personas sin escrúpulos que son parte de nuestras instituciones, pero no han sido estas las que han matado a estas personas.
Comprendamos que el Estado no es asesino, pero dentro de él ya se han encontrado a varios de ellos.
@consumiendo