El Señor Presidente, el Ministro y la Junta del Banco estaban preocupados, porque no sabían cómo hacer que la economía siguiera funcionando pese a la caída de los precios de petróleo, ya que por más que tomaban medidas la cosas no parecía salir como deseaban.

Sin embargo, los indicadores contaban otra cosa. La economía seguía creciendo, el comercio mantenía su dinámica y los bancos dejaban ver que las cosas andaban, y no entendían qué pasaba, hasta que el jueves, el DANE mostró el gran secreto: “es el consumo, estúpidos”, pude decir tranquilamente y cayendo en el cliché de parafrasear a Clinton…

Durante meses veníamos advirtiéndolo porque que veía en los datos de RADDAR, de comercio del DANE, pero no se veía claramente los datos de Fedesarrollo y del Comercio minorista: el gasto de los hogares llevaba un buen ritmo y debía ser analizado con detenimiento, porque ahí estaba el secreto para dinamizar aún más la economía.

No lo digo para jactarme de haberlo anticipado desde 2014 en nuestras proyecciones o en febrero de 2015 en Portafolio, o por haberlo definido como la variable económica de 2015 en las páginas del vecino, anticipando 3 meses los datos oficiales, sino para llamar la atención a las autoridades, a los analistas y a los lectores de la necesidad de ver las cifras económicas con más cuidado técnico y menos pasión de opinión pública.

Mientras la economía se ajustaba de ese choque externo de precios por medio de una devaluación y transmitiendo parte del impacto a la inflación, los hogares tomaron decisiones fundamentales, dejando ver que, ante un cambio en el entorno económico, pueden ajustarse inteligentemente y no de una manera esperada: los hogares comprendieron que debían meter mucha más plata en alimentos porque estos serían más caros y que la compra de bienes durables como carros no era necesaria ni inminente, y por eso dedicaron más recursos a irse de rumba, conciertos, gimnasios, restaurantes, cine y demás servicios de entretenimiento, como queriendo decir que aceptan el cambio de los precios, y sacrifican algunas compras, pero que la van a seguir pasando bueno.

El gobierno no sabe hacer eso. No sabe hacer ajustes simples y seguir pasándola bueno. El gobierno es presionado por diversos grupos, a los cuales las cosas no le salen bien, y estos grupos de presión cambian según las circunstancias: los agricultores cuando venden barato porque sembraron mucho, los exportadores cuando hay revaluación, los importadores cuando hay devaluación, los sindicatos cuando la inflación sube, los sindicatos cuando la inflación baja, los analistas financieros y bursátiles que piden retornos de corto plazo, pero nunca escucha a los hogares, porque no son un grupo de presión organizado.

Así, los hogares siguieron gastando todo el año, supliendo sus necesidades y dándose gusto, pese a que los mensajes del gobierno eran erráticos, al bajar continuamente la expectativa de crecimiento del PIB, o diciendo que debemos ahorrar, que habrá más impuestos, que vienen tiempos difíciles.

La economía entendida como el PIB no existe, realmente no existe. El PIB no es otra cosa que la contabilidad nacional del ingreso, la generación de valor y el comercio internacional, que en el fondo realmente es la contabilidad de las decisiones emocionales que toman las personas, bien sea para producir, invertir o gastar y comprar. El PIB es un dato del pasado, causado por millones de decisiones de las personas, pero nos acostumbramos a verlo como algo intocable y excesivamente racional, como si la decisión de comprar una blusa lo fuese, o invertir en una acción fuera completamente predecible y no tuviese riesgo.

Los hogares tuvieron y tienen miedo por estos mensajes negativos del gobierno, al punto de creer que la economía no va bien, pese a que sus vidas van bien, sus gastos van bien, y pueden ir a cine, a un restaurante, a un concierto y a comprar ropa.

¿Cómo ocurrió este milagro? De la manera más sencilla. El gasto de los hogares creció sostenidamente 8 de los 12 meses del año, hasta que el último cuatrimestre la cosa se frenó un poco por la presión real de la inflación, pero mayormente por la presión psicológica de la inflación: la gente creía que todo estaba mucho más caro, cuando eso no era verdad, pero si la gente lo cree así, al final eso afectará sus decisiones de compra. El secreto estuvo en dos factores fundamentales: el empleo creció y las remesas se dispararon: en 2015 se crearon cerca de 350.000 nuevos puestos de ocupación con ingreso y las remesas en pesos pasaron de 8 billones de pesos a 12,9 billones de pesos, donde ambos impactos sumandos aumentaron el ingreso de los hogares en más de un 10%, dejando pie a que el gasto se moviera tranquilamente, y la gente la pasará bueno.

¿Qué hicieron bien los hogares? Gastaron calmados y dejaron sus decisiones de inversión para 2016, donde comprarán más carros y casas, y seguirán asistiendo a conciertos de los Rolling Stones, Stereo Picnic, Maroon 5 y demás, mientras compran ropa, van a restaurantes y hacen mercado, porque el gasto de los hogares no se detiene porque el gobierno diga que las cosas van mal; solo se frena si hay menos ingresos, las cosas realmente suben mucho de precio y las tasas de interés se vuelven inalcanzables y nada de eso está pasando. Por el contrario, el ingreso aumentó, la inflación fue alta en alimentos, pero no en todos los productos y si bien las tasas de interés en términos nominales crecieron un poco, en términos reales, están en el mejor momento de muchos años.

 

Al final, se demostró lo esperado: el gasto de los hogares salvó la economía colombiana en 2015, lo cual debe ser entendido por el gobierno en 2016, para que no dañe la magia del mercado, asuste a los hogares y deprima la demanda. Al final, somos seres humanos, emocionales y temerosos que, si nos dicen que las cosas van mal, lo terminamos creyendo.

@consumiendo

Nota: si quieren ver una presentación más extensa de esto, la pueden bajar en http://www.camiloherreramora.com/presentaciones.html