Si su hijo no sigue jugando con el celular o la tableta, simplemente estará en desventaja frente a sus compañeros, porque en estas tecnologías está pasando todo lo que será lo común en pocos años y se forman las capacidades necesarias para ser competente en el futuro.

Comprendo que en esta Semana Santa ver a los niños pegados a un aparato de estos y con audífonos, como padres nos frustra un poco porque quisiéramos verlos correr por el parque, disfrutar del paisaje mientras manejamos, que hablen y jueguen con la familia, y una cantidad de cosas que creemos que son necesarias, porque lo fueron para nosotros; pero la verdad es que esto no necesariamente es así, o de lo contrario nosotros hubiésemos hecho las mismas cosas que nuestros padres hacían en las vacaciones, o tendríamos sus mismos hobbies, y esto nos hubiera alejado del progreso y de los cambios tecnológicos y culturales de la sociedad.

La receta de la felicidad no es que nuestros hijos hagan lo mismo que nosotros hicimos y recordamos felizmente, por el contrario, es que hagan lo que a ellos los hace felices.

Cada generación tiene un nuevo avance tecnológico que hace que sus padres los regañen. A nosotros nos castigan quitándonos las consolas de juegos o el televisor, a nuestros padres les quitan las caucheras, los juegos de mesa y las cartas, y a nuestros abuelos los castigaban no dejándolos salir a jugar en el bosque. Siempre será así, y nuestros hijos castigarán a los suyos quitándoles algún tipo de conectividad global, para que deje de hablar con sus amigos en Tailandia, porque no dejan dormir y tienen los horarios de sueño trastocados. Este debate siempre me recuerda la canción de La Maldita Vecindad, cuando discuten entre padre e hijo:

No sé cómo te atreves
a vestirte de esa forma
y salir… así.
En mis tiempos todo era elegante
sin greñudos y sin rock.

Hey pa fuiste pachuco,
también te regañaban.
Hey pa bailabas mambo,
tienes que recordarlo…

Siempre habrá un motivo de discordia entre generaciones, porque muchos padres quieren que sus hijos repliquen lo que ellos hicieron de niños, en incluso algunos casos aún buscan la forma que sigan su misma profesión y continúen el negocio familiar; receta que sirvió muy bien hace muchos años cuando el cambio tecnológico era más lento, y el paso del arte de generación en generación aseguraba el sustento de la familia.

Hoy, esos que se las pasaban pegados a los computadores y a las consolas de juegos, tienen ventajas enormes sobre sus compañeros de trabajo, porque tienen una adaptación más rápida a la tecnología, comprenden el uso de múltiples comandos y controles, y saben cómo hacer varias cosas al mismo tiempo.

No quiero decir que su hijo se deba quedar en la casa pegado a un aparato de estos, no. Lo que digo es que en la destreza de su uso, los contenidos que allí existen, las formas de esos contenidos y los nuevos medios, serán la cotidianidad de ellos en el futuro, y entre más la dominen, mejores opciones tendrán. Es claro que todo exceso es malo, y por eso se deben buscar mecanismos de regulación de uso de estos aparatos y sus contenidos, eso no lo discuto.

Hoy pocos compran libros, pero leen mucho más; lo que pasa es que no leen libros clásicos o de alta carga cultural o reflexiva, sino que leen redes sociales, chats, cuentos y curiosamente poesía; no juegan tanto fútbol en el parque pero son campeones de juegos en línea con competidores en el todo el mundo, y logran comunicarse en diversos idiomas e incluso nuevas lenguas para poder trabajar en equipo en un entorno virtual internacional; algunos viven una vida paralela en mundos virtuales como Second Life, donde pueden cumplir algunos de sus sueños, y experimentar qué pasaría si hacen algo y prepararse para sus consecuencias.

Pero no crean que es el fin de lo que ustedes conocieron. Ellos aún juegan fútbol de verdad, leen libros de esos que nos enamoraron, juegan con Lego en la sala, siguen corriendo jugando la lleva o las escondidas, y aún buscan la forma de conquistar a la persona que les gusta; lo que pasa, es que como nos pasó a nosotros, a nuestros padres, a nuestros abuelos y a cada generación que ha vivido en el mundo, nos llegaron los avances tecnológicos, los cambios culturales, sociales, políticos, mediáticos y religiosos que nos hacen pensar diferente, gracias a lo que nuestros padres hicieron y nos enseñaron, pero es necesario que cada generación se adapte a su tecnología, a su “época” y se prepare para el futuro que le viene con todas estas condiciones, o de lo contrario, aún tendríamos carros pesados que consumen mucha gasolina o anaqueles llenos de libros que ya nadie lee.

Deje a su hijo jugar con el celular, con la tableta, con el computador, esos no son sus enemigos. Su verdadero enemigo es su miedo, que le alerta que en esas redes pasan cosas malas, como a cualquier padre que quiera proteger a su hijo, pero acuérdese cómo peleaba usted con su padre, diciéndole que lo dejará ir a la fiesta que no iba a pasar nada malo. Es algo parecido, pero nos exige a los padres de hoy enseñarle más cosas a nuestros hijos, de un entorno que no conocemos mucho. Por eso, nos toca aprender más del celular y las tabletas, de Facebook y YouTube, Twitter y Pinterest, para poder aconsejar mejor a nuestros hijos, y perderle el miedo esas cosas desconocidas que nos quitan el sueño, pero serán parte de la cotidianidad del futuro.

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