La verdad es que muchos casi nunca vamos a misa, no rezamos, no nos confesamos, pero aun así muchos se declaran católicos. ¿Se puede ser católico así?, algunos dicen que son católicos, pero no practicantes, o bien, que su problema es con la iglesia, pero no con Dios, y que por eso son así.

En el estudio “¿Qué tan Religioso es el colombiano?”, los encuestados dicen que cerca de 7 de cada 10 colombianos dicen ser católicos, pero solo 3 de cada 10 dicen que cumplen con los ritos de la religión, y eso vuelve a poner la pregunta en la mesa: ¿se puede ser católico si cumplir con los ritos? y la respuesta la encontré hace poco en debate en Hora 20 donde participé: ¡Sí!, si se puede ser católico sin practicar la fe, ni sus ritos, ni sus mandamientos. Mientras se crea en ese Dios católico, usted es católico, y, por ende, los colombianos aún somos católicos.

Ahora la pregunta es más compleja, ¿para qué carajos somos católicos y no respetamos los ritos y los mandamientos? y la respuesta es más compleja. Lo hacemos para estar tranquilos, porque la religión católica nos da dos cosas fundamentales: el destino manifiesto y la vida eterna. Es decir, que todo lo que nos pasa en la vida es parte del plan de Dios, y vinimos a este mundo como una fase de prueba para la vida después de la muerte. La fe católica nos hace una promesa increíble (ver Dios, la mejor lección de mercadeo de la historia): nada es culpa tuya y si has fallado toda la vida y al final te arrepientes, tendrás vida eterna.

Esto hace que sigamos creyendo en Dios, como una tabla de salvamento ante el terror que le tenemos al concepto del infierno, donde se nos castigaría por una eternidad por nuestros pecados. Por esto no hay más creyente que el que está a punto de morir, o aquel que necesita algo urgentemente y pese a decirse el más ateo se dice en voz baja “Dios ayúdame”. Así, la gente ya se casa por lo civil, pero si un niño nace se bautiza y en el velorio siempre se hace una misa, donde se repite el mantra: “Y brille para él la luz perpetua”.

Nacimos en una cultura católica y por eso nos bautizan. Porque si el niño no es bautizado es hijo del demonio o si muere quedará en el limbo, además de ser una ceremonia pomposa que sirve para reunir a las familias, y continuar con el rito del padrinazgo, como temor a la muerte de los padres y como guías espirituales en el camino de Dios, así casi nadie vaya a misa con sus padrinos, y que por ley los padrinos no se puedan quedar con la custodia de los huérfanos.

Somos unos católicos cómodos. Tomamos lo que nos sirve y siempre pedimos que nos ayuden, y si pensamos detenidamente esta situación, como ciudadanos somos igual: tomamos del Estado todo lo que podemos, pero cumplimos con sus normas, sus ritos y nuestros deberes, pero cuando tenemos un problema, es el estado quien nos debe salvar. Siempre esperamos a Dios o al Gobierno para ayudarnos, y lo pedimos a gritos a sabiendas que no cumplimos como católicos o ciudadanos. Simplemente somos colombianos pero no practicantes; al punto que la abstención electoral, la evasión y elusión de impuestos es rampante, y si alguien dice algo sobre aumentar la base gravable, se le tilda de atacar a los pobres.

Existe un enorme desequilibrio entre los derechos y los deberes en ambas situaciones. Algunos dirán que son católicos porque sus padres los bautizaron así y que son colombianos porque nacieron en Colombia y que por eso tienen derecho al perdón de Dios y a todo lo que la ley les ofrece.

Y volvemos a pregunta original, ¿se puede ser ciudadano colombiano sin cumplir la ley?, Si, si se puede. Por más que uno sea el peor criminal, tiene todos los derechos como ciudadano, y sin importar si uno ha matado a muchas personas, no debe morir, porque en Colombia no hay pena de muerte.

Entonces, vivimos en un mundo maravilloso, porque el Estado me debe proveer de todo lo que no tengo (sin importar si lo puedo pagar o no), sin que yo demuestre haber cumplido la ley, y Dios me cuidará en vida porque tiene un destino manifiesto en mí, y si me arrepiento, me perdonará y viviré eternamente. Básicamente, hemos creado una estructura parásita, donde la gente no tiene que hacer nada, porque el binomio Dios-Estado le aseguran su vida y su eternidad.

Somos colombianos porque nacimos en Colombia y somos católicos porque creemos en Dios, y tenemos todos los derechos de ambas condiciones, sin la necesidad de cumplir con nuestros deberes, y curiosamente en ambos casos, al pobre y al pecador, se les da mayor atención, porque son los más vulnerables. La parábola del hijo pródigo es enormemente clara en esto, dejando ver que el hijo que hace todo bien, simplemente es un testigo de cómo se perdona al que ha hecho todo mal.

El gran lío es que somos pésimos ciudadanos y pensaría que muy malos católicos. En muchos casos, es difícil distinguir entre crimen y pecado, lo que causa que vivimos bajo una sombrilla del perdón esperado por nuestras faltas, que se ha profundizado con la corrupción del sistema, que hace que la justicia no sea justa, y donde se puede comprar el perdón y el olvido, como se hacía en tiempos pasados con bulas papales.

Así que todo depende de cada uno. Si seguimos como vamos, tendremos un país con ciudadanos y católicos que no cumplen con sus deberes, y donde no se motiva a hacerlo de ninguna manera, más allá del deber ser, porque el imperio de la ley se diluye continuamente y la impunidad reina campante sobre la norma. Lo que nos deja como pecadores y delincuentes, de pequeños pecados y simples delitos o contravenciones, pero donde sabemos que el perdón llegará o que lo podremos comprar. Así es el juego hoy: somos colombianos y católicos no practicantes, y vivimos felices pidiendo por más.

@consumiendo

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