El enemigo interno no ha sido vencido, lo que ha sido derrotado es el discurso político de las guerrillas, pero no su accionar criminal, sus negocios por fuera de la ley ni mucho menos el régimen del terror que les permite extorsionar y secuestrar. Una cosa es negociar la paz con las guerrillas, y otra cosa es que las Fuerzas Armadas se queden quietas.
Desde el comienzo del gobierno Uribe, fue evidente el rol activo de nuestras Fuerzas, como agentes de lucha contrainsurgente, antiterrorista y antinarcóticos, con resultados tan exitosos que hoy las dos guerrillas más antiguas del mundo están negociando la salida dialogada al conflicto. Pero esto no puede significar que la presencia de las tropas cambie de rol en el territorio nacional y que pase de ser una fuerza presente y disuasiva a ser simplemente una tropa de observación que cubre el territorio nacional.
Mientras se dio la lucha intensa con las autodenominadas FARC, la delincuencia común y el crimen organizado en muchas regiones del país se vio fuertemente mermado, debido a la presencia activa de las tropas y la policía en el territorio, los operativos de control, los sobrevuelos, las operaciones militares, los trabajos de inteligencia y otras acciones, el crimen no insurgente estuvo relativamente controlado.
Ahora estamos en una situación diferente. Como las autodenominadas FARC no son un enemigo a atacar, la capacidad de disuasión de las Fuerzas Armadas se ve disminuida porque no están en activa lucha en búsqueda de su enemigo, y vimos cómo en 2015 el nororiente antioqueño sufrió mucho la delincuencia común, causada por excombatientes de todos los bandos, robando, extorsionando y secuestrando personas, debido a que no saben hacer nada más para tener ingresos; les gusta y necesitan ese poder que el miedo les da, y las FFAA no los están presionando como antes. El típico caso de los ratones que hacen fiesta mientras el gato no está.
Para muchos analistas del conflicto son evidentes dos cosas: el posconflicto generará nuevas formas de violencia y crimen, debido a los excombatientes que quedan del proceso, las rutas de narcotráfico, los sembrados de droga, los territorios de poder y las enormes riquezas que generan los negocios detrás de la subversión como el secuestro, la droga, la minería, la extorsión, el “impuesto” al gramaje y otras fuentes de financiación de la delincuencia en el país. Y segundo, que el posconflicto ya comenzó, pero el cambio del rol de las FFAA no ha sido tan claro ni eficiente.
Ahora, comienza el proceso con el autodenominado ELN, y esto podría causar una menor presión en el rol de disuasión de las tropas en el territorio nacional, causando brotes de delincuencia común u organizada en forma de BACRIM o bien en nuevos esquemas de crimen, y por eso ahora más que antes, es necesario que las tropas continúen con el ejercicio de aumentar la presión sobre los crímenes que son fuente de financiamiento de los grupos armados, o de lo contrario, nacerán grupos nuevos financiados por estos rentables negocios.
El nombre del juego se llama disuasión. Hay que hacer presencia activa en los territorios, redefinir el enemigo interno, ya no como una fuerza insurgente sino como carteles de crimen organizado y formas de delincuencia común, a los que se les debe hacer inteligencia, que desemboque en operativos contundentes para desarmar sus estructuras y causar la sensación de seguridad en la población, que es lo que hoy el país reclama.
Por eso el Señor Ministro de Defensa debe retomar muchas de las grandes cosas que aprendió y enseño al empresariado colombiano, porque lo que se está viviendo es un cambio de entorno que requiere nuevas estrategias de acción del Ejército, la Armada, La Aviación y la Policía Nacional. Es necesario volver a causar presencia activa y disuasiva en el territorio, atacar las redes criminales y desarticular los nacientes carteles y bandas de manera contundente, o de lo contrario, muchos más nacerán para tomar parte del poder que quedará, como ha ocurrido en los últimos 40 años en la triste y violenta historia del narcotráfico en el país, y obviamente recuperar la imagen de estas instituciones, que pasan por un momento lamentable.
Estoy seguro que las FFAA están listas para hacer esto, para defender la patria y las instituciones, para acabar de raíz a estas bandas que están sembrando zozobra en la población colombiana, y que podrían ser en pocos años un nuevo capítulo de la violencia en el país. Por eso, parafraseando un poco la historia, “Señor Ministro, salve usted la patria”.