Mi padre me dijo una cosa que no comprendí sino mucho tiempo después. Él y yo, a veces, nos tomábamos unas cervezas y hablábamos de la vida, como si quisiera dejar en mí todo lo que él había aprendido y así evitarme sufrimientos, aunque sabía que debía vivirlos para aprenderlos. Él murió hace muchos años, y me dejó cuando yo sólo tenía 23 años, pero sus enseñanzas siguen caminando en mi mente, día tras día.
En una de esas sesiones, le estaba comentando que estaba enamorado de una niña, y me miró tiernamente y me dijo: “la mujer de la que te vas a enamorar perdidamente, no ha nacido aún”, y se quedó en silencio.
En mi mente, intenté comprender cómo me iba a enamorar una mujer que no había nacido aún, si yo tenía 21 años; eso era imposible; y si así fuese, el destino me deparaba caer enamorado perdidamente de una mujer que tuviese unos 18 años menos que yo, y eso era increíble; también me puso a pensar, por qué me decía esto cuando le contaba que en ese momento estaba enamorado. Quizá tenía alguna capacidad de predecir el futuro, pero en ese momento solo se me hizo una insensatez. Quizás lo hizo para decirme que el verdadero amor es más complejo de lo que yo pensaba…
El 24 de junio de 2007 comprendí todo. Más exactamente días después, cuando cargué por primera vez a mi Valentina en mis brazos y sentí cómo me enamoraba perdidamente de ella, y que su inexperta mirada penetraba la mía y me nombraba como su caballero de por vida.
Ese día lo comprendí. Los papás nacemos para enamorarnos de nuestras hijas, y ser bígamos de por vida. Para ser su caballero de rutilante armadura, ser tierno y firme con ella, y protegerla de todos los dragones que podamos.
Les comparto esto, porque siento que para muchos será importante, aunque para otros simplemente una nota cursi de un papá enamorado de su hija y orgulloso de la sabiduría de su padre.
Así que, papás que van a tener una hija, prepárense para ser bígamos, por lo menos.