En los últimos días se han dado grandes noticias sobre la negociación “de un acuerdo general para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera”, que nos lleva a preguntarnos: ¿esta paz para qué? Y, ¿qué significa semejante título?

La firma del acuerdo con las FARC no nos traerá la paz, sino el fin del enfrentamiento con esa guerrilla, sobre todo el fin de su nombre y sus implicaciones.

Si lee un poco de historia de Colombia, fácilmente podrá comprender que la violencia del país tiene sus orígenes en la lucha de grupos de poder desde la independencia hasta nuestros días, porque nunca nos hemos podido poner de acuerdo sobre qué país debemos ser, y sistemáticamente ha habido dos bandos que pelean por dos formas de pensar diferente: centralistas y federalistas, liberales y conservadores, “el gobierno” y la guerrilla.

La verdad, es que nos hemos dedicado más a pelear que a construir nuestro país, y por eso hoy cuando se está firmando el tan anhelado acuerdo, 48 millones de colombianos debemos perdonar a algunos miles de guerrilleros por haber mantenidos presas del terror y haber destruido mucho de nuestra infraestructura y futuro.

Debemos desmovilizar el término guerrilla de nuestro futuro, para dejar de temer a un grupo de personas que imponen sus ideas con la violencia y que nos roban mucho más que dinero.

Los logros del país son enormes en los últimos años: menos pobreza, más servicios sociales, aumento del ingreso y mejora de la calidad de vida, pero nos hace falta acabar con el conflicto para tener vía libre para la construcción del país que nos debemos.

¿Para qué esta paz? Para dar paso a una nueva Colombia, sin violencia política, donde la oposición pueda decir que hace una resistencia civil, donde las Cortes reconozcan la igualdad de los homosexuales, donde se puedan debatir ideas para un mejor país.

Mas no solo debemos blindar el acuerdo que se firme, sino a las instituciones y personas que defendieron al país por años de esta violencia, y comprender que no se puede juzgar a un agente de la autoridad en pleno combate, como un civil que camina libremente por la calle; es imposible que logremos la paz, si no reconocemos el enorme rol de nuestras Fuerzas Armadas y el sacrificio que hicieron día a día para defender nuestras vidas.

Si esta paz sirve para eso, bienvenida; a sabiendas que la fase posterior no será fácil, y que esos 48 millones de colombianos debemos dar mucho más que un perdón a los actores del conflicto, porque nos merecemos un mejor futuro, que el pasado que hemos tenido.