Ya no usamos pitillos porque una tortuga nos volvió a dar una lección. De niños leímos cómo la tortuga le ganó a la liebre, más por la tenacidad, constancia y disciplina que por su velocidad, y con la ayuda de la confianza de la liebre; hoy hemos visto como la tortuga vuelve a enseñarnos algo más, no porque quiera hacerlo, sino porque nos pide ayuda a gritos.
Me refiero a ese video que se movió en redes sociales en las pasadas semanas, de una tortuga hallada en el mar con un pitillo en la nariz, y que inmediatamente desembocó en que miles de colombianos dejarán de usar pitillo para tomar bebidas, y que muchos restaurantes se sumaran al tema creado campañas desmotivando el uso de este plástico. Básicamente, en 6 semanas, se dio el cambio comportamental del consumidor más rápido en la historia de Colombia, ¿cómo pudo pasar eso?
Para que esto se diera se juntaron tres grandes situaciones. Las personas ya tenían conciencia ambiental causada por muchos años de diversas campañas, noticias, acciones y problemas sobre el calentamiento global, la contaminación y las basuras, pero nunca lo habían sentido tan emocionalmente, ni se había logrado que hubiese una acción tan contundente. A esta conciencia, se sumó el temor al apagón que anunció el gobierno debido al fenómeno de El Niño, que se podría generar si los hogares no consumían menos agua y ahorraban por lo menos el 5% de consumo de energía; los hogares cumplieron, pero no necesariamente por ayudarle al gobierno, sino porque les dio pánico que les quitaran la energía, ya que hace 25 años cuando fue el pasado apagón, los jóvenes no eran tan dependientes de la energía como lo son hoy en día, y solo se pensaba en dejar de oír radio y televisión, pero hoy se acabaría el wifi, las consolas, netflix, youtube, directv, celulares, tabletas y demás tecnología electrónica que usan. Esto fue la motivación suficiente para reducir los consumos y lograr la meta del gobierno, que fue el tercer factor que permitió que todo pasará, porque al sumar la conciencia ambiental, el miedo al apagón y los resultados positivos de un esfuerzo mínimo individual, el colombiano se dio cuenta que el cambio ambiental si está en sus manos y se puede lograr con pequeñas cosas que hacemos todos los días.
Por eso, al ver el video de la tortuga, la gente comprendió que los pitillos podían ser uno de esos productos que consumimos de más y que dejar de usarlos no iba a dañar nuestra cotidianidad, pero sí podría evitar que en el futuro más tortugas sufrieran de esa manera.
Por eso vivimos una nueva fábula, la de la tortuga que puede ser salvada por nuestras pequeñas acciones colectivas, que aprendimos a hacerlas por el miedo a perder nuestra conectividad, como consecuencia de un calentamiento global que nos iba a mandar a un apagón, y que se evitó en buena medida por el compromiso de todos, demostrándonos que podemos hacer mucho cambiando pequeñas cosas, y esas cosas unidas al mismo tiempo lograron consolidar una conciencia ambiental que está latente en los colombianos, y generó el cambio más rápido del consumidor que se tenga noticia.
¿Ahora qué hacer? Primero salir de la pasión y comprender que los pitillos no son malos, y se pueden y deben usar en ciertas ocasiones, porque si nos quedamos en el extremo, formaremos consumidores ambientales fundamentalistas que pueden dañar profundamente el mercado. Quizá, cada uno debería tener su propio pitillo y andar con él, y así reducir el impacto del proceso. Adicionalmente, el gobierno debe comprender que, si le pide a la gente pequeños esfuerzos no monetarios para cuidar el medio ambiente, la gente lo hará, como ocurrió en la alcaldía de Petro, donde la gente comenzó a separar residuos, pero se desmotivaron porque vieron como los camiones recolectores unían las bolsas al recogerlas.
El colombiano comprendió que el cambio ambiental lo afectó y fue capaz de cambiar su comportamiento, demostrando que las pequeñas acciones causan grandes efectos, y eso debe ser potencializado en diversos temas de consumo irresponsable y excesivo en el que hemos caído por la pereza y la comodidad. El cambio ha comenzado, gracias nuevamente a la tenacidad de una tortuga.