Estimado Dr. Pombo,
Le escribo de manera atrevida para proponerle una idea. Hasta este momento no es claro qué le pasó a la columnista Salud Hernández, y quizá pase un buen tiempo sin que lo sepamos; por eso le quiero pedir que considere dejar el espacio de ella en blanco en la próxima edición dominical.
Sé que es algo extraño, casi impensable, pero la idea surge de una conversación que alguna vez tuve con Don Hernando Santos, donde él me dijo que algún día los caricaturistas del país, deberían unirse y dejar sus viñetas en blanco, como en un acto de protesta masivo; aunque él mismo mencionó que eso sería muy difícil, pues un diario no aceptaría eso fácilmente, y menos, muchos diarios a la vez. Alcancé a pensar que como con la masacre de Charlie Hebdo podría darse un acto así, que las viñetas se llenaran de solidaridad y valentía.
Lo mismo ha pasado con la desaparición de Salud Hernández. Columnistas de todos los talantes, escuelas, edades, opiniones y posiciones, sin importar lo que piensan de ella, la han rodeado mucho más allá de la idea de la libertad de prensa y la libertad personal, llegando al punto de mostrar cómo en el país las cosas duelen mucho, pese a que sean cotidianas. Para muchos de nosotros, lo que ocurre es una afrenta a todo lo que somos y creemos, porque en el complejo momento de la búsqueda de paz, callar la ácida voz de una periodista extranjera que ha dado su opinión sin ser prudente ni políticamente correcta, cosa que no es propia de nuestra cultura, causa que sea algo realmente fundamental para el país.
Por eso le escribo para pedirle que piense esta descabellada idea, porque para muchos es claro que las columnas editoriales de El Tiempo del domingo son quizá la página de opinión más prestigiosa del país, y este domingo sus palabras no estarán, y dejar el espacio en blanco sería un claro recordatorio para el país del vacío que queda por la violencia que vivimos, de una columna vacía en vez de un texto sesudo, no por la irresponsabilidad de no haber escrito, sino por la incapacidad de hacerlo; a su vez, ese espacio en blanco no solo gritará el dolor de la ausencia, sino que será una bandera blanca, levantada en el momento en que el país la necesita y desde el púlpito correcto.
No soy quién para escribirle ni para pedirle, pero creo que El Tiempo tiene la oportunidad histórica de decirle a sus lectores, al país y al mundo, que ese espacio de la columna siempre será de ella, y que ese espacio en blanco dice mucho más que las palabras que ella quisiera decir.
Le pido me perdone si este atrevimiento lo molesta, pero como lector y colaborador de El Tiempo, siento el deber de pedir que usted levante esa bandera blanca en alto, en nombre de ella.