¿Superman debe ser regulado? ¿Los Avengers deben estar bajo el manto de la ONU? ¿Es Batman un vigilante o incluso un paramilitar? ¿Los X-Men son una banda de resistencia? Estas preguntas han surgido recientemente en las conversaciones de jóvenes y adultos, refrescado los textos originales que de escribieron en los sesentas y setentas, donde era mucho más sencillo encontrarles sentido, porque la juventud estaba en el debate sobre el rol del estado en su intimidad y cuál debía ser el rol de la autoridad del gobierno.

Muchos quedaron sorprendidos –e incluso aburridos– con los fuertes debates filosóficos de las últimas películas de superhéroes en cine, porque para muchos, el cine es un espacio de entretenimiento y donde buscan películas de acción para divertirse y quizá alimentar ese “animal salvaje” que tenemos dentro; por esto, al ver que en películas de DC y Marvel, el centro de la trama es el debate constitucional, de libertades, de la autoridad, de la responsabilidad e incluso del control del poder, se sintieron “engañados”, porque si hubiesen querido ver cosas en ese sentido, habrían buscado cosas en cine arte o algunos libros de Hobbes o Rosseau.

Para nadie es un secreto el enorme impacto que tienen las películas, las series, los libros e incluso los noticieros en la formación de valores de las personas, sobretodo antes de finalizar su proceso de adolescencia, donde los valores se transforman en improntas mentales, que nos definirán de por vida. Quizá por esto, los medios masivos de entretenimiento, han tomado un rol protagónico en la formación de valores en las nuevas audiencias, porque comprenden que nadie se está metiendo en este debate de manera profunda, porque la filosofía está más ocupada en cosas teológicas, la economía en modelos financieros para explicar al ser humano, y la física en las partículas y la expansión del universo, pero nadie está tocando las yagas abiertas de la relación del estado, el poder, la intimidad y la ciudadanía.

Estos personajes tienen una enorme ventaja, al ser admirados por jóvenes y niños, los cuales posiblemente no entiendan todo el fondo del debate, pero comienzan a permear en sus mentes una serie de filosofías, posturas, concepciones y definiciones, que serán fundamentales para el futuro de la humanidad.

Estamos en un mundo donde los enemigos ya no son lo países malvados, sino una serie de grupos “terroristas”, que se levantan en armas contra lo establecido, surgiendo del dolor y la venganza por los atropellos pasados del poder, el fanatismo de las ideologías religiosas o incluso la enorme necesidad de riqueza, conformando la dualidad necesaria que tienen muchas grandes potencias de tener un enemigo, para autodefinirse como “buenos”, frente a un “malo” que pone en riesgo su estilo de vida.

El debate entre el bien y el mal, se ha constituido por muchos años, no solo como el ordenador del mundo, sino como la excusa misma la formación de poder y autoridad sobre una población, a la que dicen proteger, como lo hacen las fuerzas invasoras o incluso los extorsionistas en las calles de las ciudades.

Es posible que en realidad ni siquiera haya bien o mal, buenos o malos, ya que lo más común es que hay gente que no cumple la ley, asumiendo ese mayor riesgo y logrando enorme beneficios, llegando al punto de obtener el poder por la fuerza y el miedo, como lo hacen los carteles de la droga, o los carros que giran en doble fila hacía la izquierda.

La verdad es que no queremos ser malos, sino libres, y las normas llevan a muchos a ver oportunidades más allá de lo definido y esto causa un “imperio criminal” de personas “malas” que actúan por fuera de la ley, logrando un mayor provecho. Un contrabandista, trae productos al país ilegalmente, no paga impuestos, vende más barato, lava del dinero del narcotráfico y abusa continuamente de su poder; más, es muy probable, que pida que se cumpla la ley en muchos casos, que se beneficie de los impuestos de todos, que compre cosas legales, que no permita que sus hijos consuman drogas y que respete a la autoridad en ciertos escenarios. Sin duda son personas que cometen delitos, cosas malas desde la definición que hoy tenemos de ellas, pero en el fondo solo son oportunistas, que incumplen la ley para su propio beneficio. Sobra decir, que esto ha existido siempre.

El mundo hoy no es la guerra de superhéroes de la liga de la justicia de hace 50 años, donde un científico malvado o un supervillano quería tomar el poder del mundo y esclavizar la población; por el contrario, es un mundo donde los estados luchan por mantener el cumplimiento de la ley, bajo la premisa del bien común sobre el particular, mientras el cambio cultural fluye con mucha fuerza hacía un individualismo con valores posmodernos, como la aceptación de aborto, el divorcio, la homosexualidad y otras decisiones personales que van contra la tradición, y en muchos casos, que hoy son delitos estipulados en la ley.

Por esto, cae muy bien que Superman se debata si debe o no seguir salvando al mundo, que Batman, no pueda matar a sus enemigos para no ser como ellos, o que los Avengers se dividan en el debate de cuál es la forma de autoridad correcta, y es mejor que lo hagan enfrente de las audiencias jóvenes, que comenzarán a debatir mas allá de la dicotomía del bien y del mal, y comenzarán a tener sus propias opiniones sobre cómo debe ser el mundo, en el momento en que un nuevo terrorismo se alza en Oriente, Europa se radicaliza, Estados Unidos se devuelve a unas raíces de odio y segregación, y América Latina dejar atrás desastrosos proyectos populistas disfrazados de gobiernos de izquierda y del pueblo.

No importa qué bando tome usted, sea Capitán América o Ironman, Superman o Batman, Apocalipsis o Xmen, lo importante es que tome esa decisión después de pensar y comprender cuál es la mejor opción, y no por la simple pasión de que le gusta más un héroe u otro, como hacemos al seguir un equipo de fútbol. El futuro del mundo está en nuestras manos, y quizá nosotros mismos terminemos siendo los villanos.

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