Hoy muchos tienen relaciones y pocos tienen amor. Por alguna razón, el amor se ha convertido en algo inalcanzable, que es más puro que las virginidades de antes y que el silencio de una relación prohibida.

En estas épocas, tener sexo es fácil, solo es dejar fluir las emociones, la atracción, las hormonas, las risas y simplemente disfrutar, porque hemos comprendido mucho más de nuestros cuerpos, de la salud, de lo que deseamos y lo que no nos gusta. Hoy, hombres y mujeres dominan mucho más el sexo que hace una generación, disfrutando la oralidad, la analidad, el bisexualismo, el homosexualismo, la masturbación y muchas otras cosas que eran concebidas como aberraciones y perversiones, y hoy son parte del disfrute de las parejas, o ya saben de esas cosas que no les gustan o que nunca harían.

Hoy sabemos protegernos de enfermedades y de quedar embarazados. Sabemos de posiciones, de formas, de tamaños, de música, de comidas y demás aderezos del momento. Sabemos de la picardía necesaria para aprovechar un momento a escondidas y con el temor de ser atrapados; nos gusta el juego del momento y la anticipación del mismo, pero por algún extraño motivo, se nos está olvidando amar.

Hoy todos hablan de sexo y muy pocos del amor. Ese sentimiento que lo supera todo y lo hemos dejado atrás; con él se ha ido el romanticismo, y tiendo a pensar que el feminismo tiene algo que ver con esto, porque hemos confundido la diversidad con la igualdad (tema que tocaré en otra entrada al blog), lo cual es un error enorme, porque por más que reconozcamos justamente que hombres y mujeres tienen las mismas oportunidades, no podemos decir que son iguales; lo que pudo haber causado que el simple hecho de abrirle la puerta a una mujer sea considerado como un acto “machista” o que hace ver a la mujer como débil o consentida, distorsionando completamente el sentido de la galantería y la dulce y tierna coquetería.

El amor es mucho más complejo que el sexo. Siempre se ha podido pagar a una acompañante por sexo, pero no tienes el dinero suficiente para que ella te ame, quizá para que esté contigo porque ama esa riqueza, pero no por amarte a ti. Para tener sexo se necesita más ganas que amor, y es allí donde radica la diferencia, no solo del sexo con acompañantes sino del sexo sin amor. Tener ganas es relativamente fácil, porque tiene que ver con las hormonas y el momento, las risas, quizá los tragos, o un deseo momentáneo. Pero el amor es una sensación de compromiso, de entrega, de complemento, que es más difícil de encontrar hoy en día, porque al pasar el tabú sexual, hemos construido el tabú al compromiso y eso no ha alejado del verdadero sentimiento.

Algunos consideran la poesía cursi, las flores como innecesarias, los chocolates como un regalo inútil, sin embargo tienen funciones fundamentales en el rol del enamoramiento de las personas; las palabras tocan sin tocar, las rosas rozan sin rozar, el chocolate de ánimo sin tener que hacer cosquillas. No hay nada más maravilloso que lograr que alguien sienta algo sin tener que tocarla si quiera, esa es parte de la magia del amor.

Es difícil definir el amor, porque es más una bolsa de sentimientos que un único sentimiento. El amor requiere deseo, pasión, ternura, comprensión, confianza, seguridad, apoyo, compromiso, fidelidad, consistencia, y esperanza entre muchos otros. No es una caja de pandora, sino todo lo contrario.

Por eso exigimos el derecho a amar, a conquistar, a seducir, a sentir, a soñar con el otro, a dejar que las palabras broten de la piel, que esos momentos de luces entrecortadas sean lentos e intensos y no solo un brote de placer de un solo momento. Necesitamos volver a amar, a sentir la necesidad del otro, la ausencia y la cercanía, la magia de los sentimientos que dominan la piel, y no la piel dominándonos.

Volvamos a amar, quizá el tiempo se acaba, y hemos llegado a un nivel tal de sexualidad en lo cotidiano, que estamos matando al amor, y así dejando ir uno de los más bellas cosas de la humanidad.

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