Nos equivocamos. Hemos confundido la diversidad con la igualdad. No es lo mismo ser iguales, a respetar nuestra diversidad, en el marco de los mismos derechos y oportunidades. Nunca un hombre será una mujer, ni una mujer un hombre. Nos equivocamos, y olvidamos quiénes somos.

El hombre y la mujer no son iguales, y que la vida nos libre de ello; por diversas razones, evolucionamos para ser complementarios, no suplementarios. Por ello, algunos hacemos mejor las cosas que el otro, y cada uno ha desarrollado capacidades específicas, que nos han permitido cubrir con más habilidad las necesidades de ambos, apoyándonos en la labor de cada uno.

Un hombre puede lavar la loza y una mujer puede arreglar algo dañado. No confundamos roles con talentos, porque ahí nos equivocamos. Nosotros somos más hábiles para el trabajo pesado y continuo, ellas lo son para las cosas delicadas y que requieren muchas decisiones. Hay muchos ejemplos de cosas en las que inevitablemente cada uno es mejor, porque estamos predispuestos para ello.

Por eso, les pido que dejen de ponernos a competir como si fuéramos iguales, porque no lo somos, afortunadamente no lo somos. Los que somos padres, sabemos que amamos a nuestros hijos y los protegeremos sin cuartel en caso de un problema, pero cuando algo pasa, y el niño llora, lo primero que dice es “mamá”.

Comprendamos que esa igualdad que clama el feminismo es un error enorme; aunque comprendo que fue necesario hacerlo, porque algunos hombres pensaron que las mujeres no eran iguales a nosotros, sino que eran menos y se debía cortar sus alas, limitando sus libertad y capacidades, y por eso fue necesario demostrarle al mundo que no solo son iguales a esos ignorantes, sino que son superiores en muchas medidas.

Pero esta época ya paso, aunque falta mucho por hacer. Creo que hoy la mujer puede hacer mucho más siendo mujer y el hombre siendo hombre, que cada uno intentando ser ambas cosas. No somos competencia, somos complemento; y si bien, en el mundo profesional competimos por los mismos cargos, debemos comprender que esa lucha debe ser limpia y referida a las capacidades y no al género.

Reconozcamos que nos somos iguales, que somos diferentes y disfrutemos esa diversidad, en la premisa que ninguno es más que otro, y que juntos somos mucho mas.

Nota al pie: no solo aplica para hombres y mujeres, sino para negros y blancos, homosexuales y heterosexuales, liberales y conservadores, gente de izquierda y derecha, creyentes y dudosos, y cualquier otro de esas torpes dicotomías que hemos creado, más para segregar que para reconocer nuestra diversidad.

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