Francia comienza hoy la Eurocopa con un enorme temor por ataques terroristas y paros sindicales, y a Brasil se le presiona para no hacer los olímpicos por el tema del sika, y sin duda por los problemas políticos de su país; incluso se llegó a dudar de la realización de la Copa América Centenario en Estados Unidos, por el tema de las imputaciones de la fiscalía norteamericana a los funcionarios de la Conmebol. Estas situaciones dejan ver que el deporte, en particular los eventos competitivos mundiales, se han convertido en el blanco de la política mundial. ¿A qué se debe este efecto?
El deporte –en particular el fútbol– es el evento más popular en el mundo. Miles de personas lo ven como un mecanismo de entretenimiento y como un suave rezago de las guerras entre nacionales y rencillas con el vecino. Esto hace que muchas personas estén pendientes de estos eventos para ver si las selecciones de sus países logran un buen desempeño y generan un nuevo motivo de felicidad nacional, e incluso de identidad.
Es triste que se use este motivo de alegría, de patriotismo y de pequeñas batallas sin armas, como arma de terrorismo, pero la historia nos ha mostrado como un negro venció en las olimpiadas de Alemania haciendo que Adolfo Hitler saliera del estadio, y que en los olímpicos de Múnich, la delegación Israelí fue secuestrada por terroristas. Recientemente, en Brasil, se vio cómo el mundial se usó para presionar al gobierno en diversos temas de tipo político y social, posiblemente como consecuencia de un gasto descomunal en temas “innecesarios” para la nación.
Europa está amenazada por el extremismo islámico de ISIS, por su posición bélica contra ellos y por considerar que son parte de ese mundo infiel que es enemigo natural de su Yihad. Ya varias ciudades europeas han visto las bombas explotar en momentos inesperados, y la concentración de persona en Europa supone un riesgo de vidas humanas muy alto. Las autoridades de todos los países están en alerta, al punto que la noticia es más el tema de seguridad que el mismo fútbol. Si a esto se suman las marchas de los sindicatos franceses, presionando por ser escuchados y que sus peticiones sean atendidas, debido a la presión causada en el evento deportivo, el nivel de riesgo aumenta, porque las multitudes de estas movilizaciones causan muchos efectos distractores que pueden ser utilizados por el grupo terrorista.
En Brasil, el tema no es diferente. Ya son muchas las voces que dicen que tienen miedo de ir a los juegos por el sika, pese a las palabras de tranquilidad que han intentado transmitir las autoridades. El virus del sika se incrementó debido al efecto de El Niño, y las condiciones de calor del gigante latinoamericano, mostrando como las consecuencias del calentamiento global y el subdesarrollo son una mezcla muy peligrosa. Adicionalmente, Brasil está una recesión importante en su economía y su gobierno está en un estado de interinidad muy complejo, que hace que los movimientos sociales se alisten nuevamente para aprovechar las cámaras mundiales sobre su país, para reclamar por sus derechos y peticiones.
Cuando el mundo espera ver entretenimiento, pasión y patriotismo en los deportes, logrando aligerar su cotidianidad y problemas, los grupos políticos y el terrorismo, aprovechan para usar el poder de los medios globales de comunicación, para generar coerción en los gobiernos locales sobre agendas internas que no han sido solucionadas, destruyendo el espíritu mismo de las competencias deportivas mundiales. Por diversas razones, las minorías en casi todos los países del mundo han usado las marchas, bloqueos, mítines, motines y movimientos de masas como un hecho de facto, para que los gobiernos los escuchen, debido a que los medios de comunicación amplifican la situación y causan una fuerte presión en la clase dirigente, que en muchos casos a caído en ella, y aceptan acuerdos para evitar que el bloqueo continúe, más aún en eventos globales.
Estos actos políticos están dañando el mundo del deporte y del entretenimiento, al punto que ya los gobiernos han sabido restarles importancia y evitar que los medios vuelvan noticia global un tema local, no porque no sea noticia sino porque la noticia es el evento deportivo. Esto conlleva, que los movimientos sociales y las minorías, están destruyendo las marchas y los bloqueos como acto político, como ha ocurrido en Colombia, donde son tantas las marchas y manifestaciones, que lo que causan son malestar en los conductores.
La justas deportivas mundiales son espacios de relacionamiento de poder y talento supra-políticos, donde Brasil puede vencer a Estado Unidos en un juego de fútbol o Venezuela –la cenicienta latinoamericana- pone en riesgo la continuidad del gran Uruguay. Donde Alemania puede ganarle nuevamente a Francia en París, no invadiéndola, sino con un despliegue deportivo de alto nivel, y Jamaica puede vencer a todas las naciones en los 100 metros planos, mientras Nigeria, un país subdesarrollado, continuamente vence a Europa en su mítico maratón.
Estas, son justas combativas sin violencia, que no pueden ser opacadas por el oportunismo político de unos, que aprovechan la necesidad de noticias de los medios de comunicación para presionar a los gobiernos en sus agendas internas; y el terrorismo, convierte en una oportunidad sangrienta la hermandad de los pueblos por su pasión deportiva, y es capaz de matar personas solo para decir que su lucha política es justa y que se están vengando de sus enemigos. El público deportivo ni es político ni militar, solo son personas que disfrutan los espectáculos deportivos y que desean ver triunfar a sus deportistas y sus países, y en un momento dado se transforman en víctimas de la intolerancia, de la venganza de la historia o de las necesidades políticas de unos u otros.
Esperemos que no pase nada en la Eurocopa, en la Copa América ni en los Olímpicos de Brasil, porque la hermandad de los pueblos que se logrado con el deporte ha generado más paz, que muchos de los tratados que se han firmado. El deporte no es política, es paz.