La papa está más cara, el arriendo cuesta más que el año pasado, y los servicios públicos siguen subiendo sus tarifas, mientras que el Banco de la República sube las tasas de interés, haciendo que los créditos sean cada vez más caros, y si a eso le sumamos que pocos quieren al presidente Santos, la cosa está enredada; eso dice mi mamá*, que como cualquier mamá vive la economía desde su cotidianidad, y cada vez que va a hacer mercado ve todo esto y por eso, para ella esta economía se está jodiendo.

A primera vista mi mamá tiene razón. La inflación tiene las cosas enloquecidas para muchos hogares en Colombia, y el aumento de los salarios y de las pensiones no cubre los ajustes de precios que hemos visto, porque lo que hizo fue ajustar la pérdida de capacidad adquisitiva del año pasado y no la que puede ocurrir en este, como siempre se ha hecho.

Esta inflación tiene dos orígenes fundamentales: el mayor precio de los productos agrícolas y el aumento de los precios de los arriendos y los servicios públicos; más o menos el 7% de los productos que mide el DANE para estimar la inflación son importados, pero cerca del 25% de los productos tienen insumos importados, lo que hace que la devaluación causada por la caída del precio del petróleo nos esté pegando duro y aumentando precios. Sobre esto mi mamá, tiene razón: ella dice que un producto que el año pasado le costaba $10.000, este año le tiene que seguir costando lo mismo, porque es el mismo producto, la misma marca y el mismo tamaño, y por más que yo le explique que aumentaron los costos por el mayor precio de los insumos y los salarios, su argumento de fondo es válido: si compro lo mismo, debe vale lo mismo. Lo que en realidad significa que ella no está dispuesta a pagar más por lo mismo, sino que las empresas, al comprender que deben subir sus precios por el aumento de costos, deben buscar la forma de aumentar también el valor del producto para compensar, cosa que no están haciendo, lo que causa que para mi mamá las cosas estén cada vez más caras y eso no se sea justo.

Por el otro lado, mi mamá se quedó sin alguien en quién confiar. El Presidente Santos se comprometió a firmar la paz con las FARC en marzo y no lo hizo; en diciembre varias cadenas reetiquetaron precios, mientras hacían promociones, lo que causó una pérdida enorme de confianza en ella como compradora, que se quedó con la errónea idea que los almacenes suben precios para después hacer descuentos y cobrar inclusive más; y finalmente, según el Superintendente de Industria y Comercio, varias grupos de empresas han hecho carteles para mantener los precios altos y engañarla. Lo que le quitó la confianza en el gobierno, el comercio y la industria, y que ni se le ocurra ir a la Policía a pedir ayuda, porque esos hasta tienen un cartel de prostitución; a lo que se le debe sumar que el Congreso no vota por su autoregulación, la justicia no se quiere reformar, y el Presidente Santos hace salidas completamente increíbles e inocentes para defender el proceso de paz, dándole “papaya” a sus contradictores.

Mientras esto pasa, el Banco de la República sube las tasas de interés y para mi mamá esa es la gota que llena el vaso: ¡fuera que nos venden papa cara, nos toca pagar más por el arriendo, nos piden que no gastemos energía y agua pero nos la cobran más cara, ahora resulta que para poder comprar un carro, un televisor o ir de viaje no solo nos toca pagar la devaluación, sino unas tasas de interés inalcanzables!; visto así, tiene razón, mas el análisis de la situación deja ver que el Banco sube las tasas para desmotivar la demanda para que el comercio y la industria bajen de precios, con el fin de frenar la inflación, lo cual a veces suena algo inocente, porque el mercado se la pasa en promociones y eso no está frenando nada, y lo que está escalando la inflación son los precios regulados e indexados, contra los que el Banco no puede hacer nada.
Pese a todo esto, yo le digo a mi mamá que las cosas van bien, mientras ella me mira de reojo, como pensando que yo soy un iluso, un inocente o un Santista más, donde la tercera es la que más le preocupa.

La gran verdad es que estamos viviendo una economía de la incertidumbre muy potente, donde las expectativas del mercado son tan inciertas, que nadie sabe realmente qué va a pasar, y eso hace que la especulación sea la dueña del mercado. El precio de los productos agrícolas ha crecido mucho por los problemas de importación y de siembra, pero también por una fuerte especulación de agricultores y distribuidores, que han aumentado los precios en caso de un problema más serio; las empresas y los inversionistas extranjeros están muy inquietos con la amenaza de la reforma tributaria que hará que paguen más impuestos, y las últimas noticias del proceso de paz, dejan ver que esto cambiará muchas normas y que no es claro el horizonte normativo en el mediano plazo, causando que demoren sus inversiones porque no saben qué les conviene más; y los hogares están muertos del susto con el proceso de paz, porque el mensaje que ha calado en la población, es que se le regaló el país a la guerrilla, y que con los cambios de normas y el aumento de IVA, no vale la pena meterse a comprar nada ahora, porque es mejor ahorrar para los duros tiempos que vienen.

La economía está bien, crece a buen ritmo, crea empleo, la industria y el comercio se ha redinamizando de manera importante, pero esto no logra crear el ambiente de confianza en los hogares que se requiere para mover la demanda interna, porque el mismo Banco de la República tiene como objetivo bajar el gasto.

Intentando resumir la lógica económica de mi mamá, la cosa es compleja: las cosas son más caras, no le creo al gobierno, el mercado me miente, el Banco de la República me dice que no gaste, viene La Niña (esa misma que el Gobierno Santos no pudo manejar hace unos 6 años), me dicen que van a subir el IVA y me van poner más impuestos y nuevas leyes, porque se va a hacer la paz con las FARC, donde es posible que les estén “regalando” el país, y al final me dicen que la economía va bien. Eso suena a mentira por donde se le mire, pese a que es una verdad a puño.

La lógica de mi mama es más simple aun: “la economía del país la maneja el presidente, y yo en ese señor no creo, porque traicionó a Uribe y está negociando que los guerrilleros no vayan a la cárcel y que se vuelvan en senadores; y si es ese señor el que maneja la economía, la economía tiene que estar mal, porque ese no sabe hacer nada y es un faltón”.

Y así piensan cada vez más personas, y el problema es que por más que la economía vaya bien y el proceso de paz sea necesario, el gobierno y el mercado ha causado tal nivel de incertidumbre, que la gente no confía en nadie, solo en sus miedos, y por esto está quieta esperando ver qué va a pasar, y no le perdonan una sola al presidente, que sigue diciendo cosas con una inocencia increíble, causando malestar en la población, como si no fuese un político avezado.

¿Qué hacer? Calmar la incertidumbre, devolver la confianza y hacer que mi mamá deje hablar mal del país, o de lo contrario caeremos en la crónica de una crisis anunciada.
* Al decir “mi mamá”, no me refiero realmente a ella, sino a un personaje ficticio que me ha acompañado por varios años, y que nace inspirado en ella, sus preguntas y afirmaciones.

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