Llegar al punto de pedir que lo maten porque sé es gay es una consecuencia increíble de las cargas culturales del ser humano. Esto está ocurriendo en Bélgica, donde un hombre gay ha pedido a las autoridades ejecutar su derecho a la eutanasia por ser homosexual, ya que «es un constante sentido de la vergüenza y sensación de cansancio, por estar atraído a gente de la que no debería sentirme atraído, como si todo fuera lo contrario de lo que hubiera querido», dice para la BBC.

No sé si será el primer caso en este sentido, pero sin duda, son el tipo de sensaciones que tuvieron muchos homosexuales antes de la revolución que hoy protagonizan; las premisas sociales y religiosas, que les decían que el ser gay era delito y pecado, los llevó a estar “metidos en el closet”, como amarrando su realidad y viviendo a lo que la cultura les condenó.

Lo curioso, es que hoy se habla más abiertamente de la homosexualidad que de la sexualidad heterosexual; esto me lo hizo ver un buen amigo economista, que se ha metido a pensar las relaciones emocionales desde el racionamiento económico, y que hace años había planteado que de una u otra manera, uno de los grandes problemas del matrimonio en la actualidad, es que al causar el lazo irrompible de fidelidad, generaba un problema inevitable, porque todo el racionamiento en que las personas han crecido los lleva a tener libertad en la toma de sus decisiones, y eso conlleva a que por más que se ame a una persona, es lógico pensar en buscar probar algo nuevo y diferente; la infidelidad como consecuencia del monopolio del matrimonio, o algo así.

Si los matrimonios fueran más abiertos, y la sexualidad no fuese un tabú, estos serían más estables y honestos, porque si el deseo sexual de alguno de los dos es hacer un trío, se lo podría decir a su pareja y buscar la forma de llevarlo a cabo, pero esto es impensable en el mundo de las parejas fieles y monógamas, porque nos hemos programado a que solo tendremos vida sexual con nuestro compañero; lo mismo ocurre con otro tipo de deseos, como el sadomasoquismo, la analidad, los juegos de rol, el sexo intempestivo en lugares públicos y otras formas de deseo, que no son de fácil conversación entre las parejas hoy en día, dejando ver que han avanzado mucho más en el tema los homosexuales que los heterosexuales, porque ellos luchan por el derecho a vivir su deseo y besar a su pareja en público, mientras a nosotros aún nos da pena hacerlo.

Es increíble cómo hemos negado nuestra sexualidad, al punto de esconderla en una habitación más por inseguridad y autoestima, que por vergüenza y pudor. Esto ha causado miles de deseos reprimidos, que nacen como curiosidades e inquietudes, y se convierten en tormentas psicológicas en la mente de las personas.

No digo que la sexualidad se deba practicar como el cenar, en frente de todos y lujos espacios, o pequeños cubículos como si fuese una comida rápida; quizá es más cercano al dormir, porque requiere un espacio de intimidad y tranquilidad, pero sí es una necesidad cotidiana donde el placer es fundamental, y eso conlleva la variedad y la curiosidad; pero el tema sexual ha llegado a ser un tabú tan complejo, que son muchas las personas que no le cuentan a sus parejas sus deseos sexuales, por temor a ser juzgados y fracturar para siempre la relación.

Debemos avanzar en este tema, o de lo contrario, podremos ver mañana a una persona que se suicida o pide la eutanasia al Estado, porque no es capaz de controlar sus deseos sexuales, que van en contra de lo que aprendió en casa o de lo que su pareja considera como correcto.

(Para ver la nota de la BBC: El drama del belga que pide la eutanasia porque no quiere ser gay)

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