Hay días en la vida en que simplemente todo sale al revés. Uno no sabe qué es lo que pasa, pero puedes poner a hacer el café y la cafetera se bota porque alguien la lavó mal, dejando la cocina con un tapete de cafeína.

Llegas a la ducha a bañarte, y al salir no tienes toalla a la mano, y simplemente respiras profundo, porque sabes que debiste haber mirado antes de hacerlo, pero te queda la pregunta de dónde carajos está la toalla.

Te vas a vestir y no encuentra la ropa que quieres, y al volver a la cocina vestido como no deseas, se han acabado el pan y la leche; pero tienes la tenacidad de sonreír y buscar la solución, y de salir al mundo laboral a enfrentar el día.

Llegas al paradero, y el bus ya ha pasado; la tarjeta se quedó sin carga, y cuando vas a pagar, te das cuenta que has dejado la billetera y el celular en la casa, al lado de las galletas que te comiste en vez del pan.

Simplemente hay días que las cosas nos juegan malas pasadas y nos desconcentramos tanto intentando mantener la cordura, que comenzamos a complicar las cosas, porque rompemos nuestras rutinas y las cosas pasan de estar mal, a ponerse insoportables.

Como hombre, me voy poniendo del mal genio, y tengo la fortuna de que fácilmente se me nota en la cara, y la gente tiene la prudencia de distanciarse ante una expresión así, pero no falta aquel, que no es tu amigo, que se acerca y te pregunta “¿qué te pasa?”, y por un segundo sientes un remanso de calma, y cuentas todo lo que te ha pasado, y esta persona calmada y suavemente te dice “tranquilo, si sigues pensando negativamente, seguirás atrayendo los problemas”, como diciéndonos en un suave tono, que la culpa de todo ese mierdero es tuya, porque no piensas positivamente cuando el café se regó, la toalla no estaba, no estás vestido como quieres, no desayunaste bien, te dejó el bus, perdiste una llamada y para cerrar con broche de oro, te encuentras en el camino a un seguidor y pastor de Coelho.

Simplemente hay días que las cosas salen mal, y quieres matar a todos, porque no tiene sentido que todo salga como no debe ser, y las cosas se empeoran cuando te das cuenta que muchos de los problemas son por culpa de personas incompetentes y mediocres, que no hicieron lo que debían hacer y tú eres víctima continua de sus errores, y eso desemboca en que tú comiences a equivocarte, y al final esas pequeñas fallas de otros, son mínimas ante todas las pendejadas y torpezas que tú cometes por la falta de concentración, el empute y el mal genio que te inunda.

De un momento a otro, comienza esa sensación de que el mundo está contra ti, y esa lluvia que antes veías como romántica y rítmica se convierte en una desgracia más, de ese juicio apocalíptico que el mundo ha llevado sobre ti, con una condena penetrante y sin haber participado en un juicio, que permita responder la pregunta del día: ¿Por qué a mí?

En la noche, al volver a casa, buscas descansar y seguramente pasarán otra cantidad de cosas absurdas que te llenarán la cabeza de preguntas y desatención, y para cerrar el día, le pegas con toda tu fuerza a la pata de la cama con los dedos pequeños de tus pies, y simplemente te sientas sobre el colchón rendido, ofendido, vencido, acabado, juzgado y condenado, como si fueses incomprendido por el mundo y con la sensación de que no sabes qué está pasando, y buscas en el fondo de tu mente, para ver qué pecado cometiste para pagar con ese día tan desastroso.

Al final, te vence el cansancio, y caes profundo y con una ligera sonrisa en el rostro, y no te has dado cuenta que no arreglaste la cafetera, ni pusiste la toalla, ni mucho menos compraste pan y leche, y la ropa sigue sucia en la canasta. Pero duermes plácidamente pensando que mañana será otro día.

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