Algunos creen que no hay mejor excusa que los demás, y más aún, cuando los demás hacen las cosas mal, dándonos pie a creer que el comportamiento colectivo excluye que se esté obrando de manera incorrecta.

No hay peor enemigo de las normas que la desobediencia civil sin razón y sin sentido. La gente simplemente no acata las normas porque no les convienen, y cuando se les cuestiona por su incumplimiento, las argumentaciones van desde esa norma no es lógica, no la conocía, o bien, “pero si todo los hacen”.

Los ciudadanos deben comprender que las normas existen para un bien común, y que sin lugar a dudas causan costos personales a los que las cumplen, lo que motiva a su incumplimiento, y más aún en un entorno de impunidad y falta de control.

Así, las personas conducen su carro mal, evaden o eluden impuestos, se cuelan en las filas, y hasta roban en los supermercados, con una carga argumental sorprendente, causando que en sus cabezas se convenzan que actuar mal no tiene nada de malo, y más aún si mucho los hacen.

Quizá valga la pena aprender de este fenómeno, y encontrar la forma que las personas sientan que hacer las cosas bien y el hacer el bien tienen el mismo fenómeno; obviamente el reto radica en que hacer las cosas correctamente se ha definido como una obligación y no libera tanta adrenalina como hacer trampa y ganar, pero es posible cambiar las condiciones del juego.

Básicamente lo que debemos hacer es aprender de la emoción de hacer trampa y la moda de tener un cuerpo saludable: ambos parten de la premisa que muchos lo hacen y por eso se puede hacer, pero el primero es más fácil que el segundo. Simplemente, hacer buenas cosas es más difícil que hacer las malas, y tristemente es menos rentable.

Colombia necesita desesperadamente que ser bueno se ponga de moda, que ser cívico sea un juego diario y que ayudar a los demás sea una satisfacción personal. Lograr esto es mucho más eficiente para el desarrollo que la construcción de un puente o buena parte de los planes sociales existentes: de nada sirve hacer gasto social en una sociedad tramposa, porque al final, los beneficios no llegarán a donde deben llegar.

Pongamos de moda actuar bien, y eso solo se hace dando ejemplo, felicitando públicamente al que hace las cosas bien, y haciéndole saber a los que hace las cosas mal, que simplemente son unos antisociales solapados.