En los últimos años hemos visto cómo la demanda laboral colombiana se ha visto fuertemente dinamizada por la creatividad de nuestros connacionales; ante la falta de oferta de plazas de trabajo para profesionales, ya es desafortunadamente común que veamos profesionales manejando taxis y niños vendiendo dulces en las calles.
Desde la entrada del Festival Iberoamericano de Teatro, los semáforos, parques y calles de Bogotá han presenciado una nueva tendencia de trabajos informales, que se diferencian de la clásica limosna porque prestan un servicio puntual y práctico para el conductor de vehículos en la ciudad: en los semáforos se pueden encontrar saltimbanquis que nos entretienen, personas que nos limpian los vidrios o las luces del carro, se nos venden una gran cantidad de alimentos, libros y hasta muñequitos de Uribe haciendo discursos.
Pero esta tendencia se amplió a una nueva serie de “tareas” que la ciudad y el ciudadano requiere, y con esto me quiero referir a los neoservicios urbanos, que no son otra cosa que el vil rebusque sobre las necesidades desatendidas por el sector real de la economía.
Oficios como Paseador de perros, Mototaxista, Controlador de Tiempos de Buses, Ordenador de Tránsito y los ya conocidos “Tapahuecos”, se suman a la extensa red de vendedores de minutos de celular que le solucionan la vida a más de una persona perdida para “llegar tarde a una cita importantísima”.
Estos nuevos servicios urbanos no son otra cosa que la aplicación clara de los principios del mercadeo: comprensión de necesidad, principio de oportunidad y alternativa de comprabilidad; mientras que Bogotá comienza a pensar el prepago del servicio de agua, el mercado informal comprendió que los perros se deben pasear, que la gente está dispuesta a pagar por rápida movilización, que la guerra del centavo llegó a niveles técnicos, que la ciudad no tiene un pie de fuerza suficiente para ordenar el caótico tráfico de la ciudad y que nunca hemos podido mantener la malla vial.
Sin duda, algunos pensarán que la venta de minutos en la calle es ilegal, y que el tapar huecos es peligroso y no soluciona los problemas, pero ante la ausencia de soluciones formales, el mercado informal se mueve y ofrece salidas, como ha ocurrido en el origen de casi todos los productos y servicios de la economía, si no ¿cuando había telégrafo, no surgió el teléfono?
Esto es consecuencia de un sector real demasiado formalizado, y un tanto miope en el ejercicio de la creación de nuevos productos; por ejemplo, los paseadores de perros ya debería haber sido capacitados y patrocinados por marcas de alimentos de animales, los mototaxistas deberían estar regulados por el estado y tener un sistema tarifario, y los controladores de buses ya deberían tener agendas electrónicas conectadas por red inalámbrica, pero las empresas de concentrado, la Alcaldía y las empresas de tecnología no están leyendo las realidades del mercado.
Siempre debemos recordar que cuando el rebusque repite exitosamente un servicio o canal de venta, es porque satisface una necesidad del mercado, y debe ser formalizada para asegurar su calidad y servicio posventa, en vez de discutir contra las duras verdades del mercado.