El mundo que conocíamos ayer, ya no existe. Pokemón Go se convirtió en un fenómeno mundial, un bus es un arma asesina del terrorismo en Francia, hoy el GOP proclama a regañadientes a su candidato a la Presidencia de los Estados Unidos y un golpe militar fracasa, dejando en el poder a un mandatario con reelección indefinida, entre otras cosas. El mundo cambia, cambió y cambiará, porque el ser humano se transforma, para algunos evoluciona, mientras para otros, hace todo lo contrario.

Moisés Naím en su libro “El fin del poder”, deja ver cómo vivimos en un mundo donde un Papa puede renunciar, y dejar al mundo con dos pontífices vivos, de los cuales uno es argentino; cómo las ONG son más poderosas que los partidos políticos, cómo las mujeres se están tomando el poder político, los millonarios donan sus riquezas y, cómo las fronteras se han desdibujado con el poder de las redes sociales, el comercio electrónico y el mismo bitcoin, que ya está desplazando la soberanía monetaria de las naciones.

En el mismo sentido, muchas proyecciones planteadas en tiempos recientes están fallando, como el poder económico de China, el precio del petróleo e incluso la estabilidad de la Unión Europea, mientras que lecturas del porvenir como el choque de civilizaciones de Huntington y la economía colaborativa de Toffler, se cumplen casi que a cabalidad.

Parece que revivimos el eterno diálogo entre generaciones. El Abuelo diciéndole al nieto, que todo tiempo pasado fue mejor, y el joven intentando mostrarle a ese viejo, que hoy las cosas son mejores, y en la mitad, el padre del joven e hijo del nieto, viviendo un proceso de transición que lo tiene aturdido.

En Inglaterra se publica un estudio que dice que no había pruebas para invadir a Iraq, que había evidencia sobre armas atómicas y riesgo militar, y que hoy se puede probar que se desestabilizó el medio oriente por querer imponer la trilogía del mundo libre (capitalismo, democracia, libertad de culto), desconociendo que las civilizaciones son diferentes y que su modo de reaccionar también lo es. Con la curiosidad, que las invasiones al Golfo Pérsico por los imperios de la libertad, son vistas por las nuevas generaciones como un capítulo de Star Wars, donde el Imperio desea imponer su voluntad.

El mundo no es el mismo, ni debe serlo. Hemos cambiado, hemos aprendido, hemos visto y vivido cosas que son increíbles, como la caída de las Torres Gemelas, el descubrimiento del mapa genético de la humanidad, la caída de miles de verdades que nos enseñaron en el colegio, que van más allá de sacar a Plutón de la lista de planetas: los homosexuales son buenos, el aborto es una decisión posible, el divorcio es común, no es necesario tener hijos o las cosas pueden ser gratis. El mundo cambió, porque nosotros lo cambiamos.

Las verdades de ayer, son las mentiras de hoy. Hoy es un crimen usar pitillos en los restaurantes, tomar gaseosa, consumir sodio y los fumadores son una especie en vía de extinción, pese a que hace solo 40 años, esto era normal, correcto, de moda y con estilo; así, los ángeles de ayer, son los demonios del presente.

Solo pensemos que no somos los mismos de hace solo 5 años, que nuestros cuerpos son diferentes, que sabemos otras cosas, que comprendemos mucho más, y que por alguna razón, cada vez nos importa menos.

El mundo seguirá cambiando, porque es solo la suma de los cambios de todos nosotros. Algunos quieren que el mundo sea el mismo, porque es el que conocen y saben manejar, y porque les queda muy difícil cambiar sus creencias, percepciones y definiciones aprendidas, ante la refutación continua del conocimiento en que vivimos: el comunismo es el enemigo, el homosexualismo es una enfermedad, el aborto es un pecado, el hombre manda sobre la mujer.

Las definiciones del mundo moderno son dinámicas, no estáticas, ya no hay verdades sobre piedra, sino comportamientos culturales que se transforman según el aprendizaje de las sociedades: lo que hoy es bueno, mañana puede ser malo o irrelevante. Solo nos queda entender que el mundo seguirá cambiando, y que un bus puede matar a decenas de personas en la celebración de la independencia de Francia, como venganza descontrolada por años de invasiones de ese país a otra cultura, mientras que el mundo virtual nos devuelve la naturaleza de cazadores, dominadores y combativos con un inocente juego de vídeo móvil japonés.

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