¡Feliz cumpleaños, Colombia! Y sí, lo digo emocionado. Les dije a mis hijos que pusiéramos la bandera de Colombia, para que todo el mundo sepa que estamos de fiesta y que celebramos, aunque para muchos sea cursi, innecesario, equivocado, pendejo y lo que sea, yo sí creo que debemos celebrar a nuestro país.

Algunos quieren cambiar el himno o el escudo, argumentando que no muestra la realidad del hoy, pero yo creo que sí es muestra de dónde venimos, qué ha pasado, qué hemos hecho y qué no. Afortunadamente, la Selección Colombia de fútbol, puso de moda el tricolor nacional, y la gente lo porta con orgullo, como motivo de fiesta y celebración, y cuando juegan, siente uno cómo la gente está orgullosa de su país, y eso alegra el alma.

Mi país tiene muchos problemas, pero también hay que decir que ha solucionado muchos. Hace 30 años casi nadie tenía acceso a salud o educación, y el debate es la calidad de estos servicios en su cobertura universal. Hace solo 20 años la mitad de la población era pobre y hoy son menos del 30 por ciento. Sí, hay muchas cosas mal, injustas, crueles, dolorosas, pero también hay muchas maravillosas.

La semana pasada estuve de vacaciones con mis hijos en Panamá, y mi hija jugó varias horas con un francés, y me quedó la emoción que ese niño y su familia, se fueron a su país diciendo “esos colombianos son buena gente”, y no tuvimos que hablar de guerrillas, drogas o fútbol, lo único que pasó fue que yo invité al niño a jugar y simplemente la pasamos bien. Eso es ser colombiano, ser amable, cálido, gentil, divertido, alegre, fiestero, responsable, educado y de buenas maneras, y si logramos que todo el mundo vea ese lado de nosotros, comprenderán por qué podemos seguir viviendo bajo la horrible noche.

Es fácil decir que se es colombiano, porque uno no escoge el país donde nace, pero a mi edad sí escoge el país donde se queda y donde quiere que sus hijos nazcan; mi hermano inmigró a Estados Unidos hace unos años, y triunfó como muchos colombianos, demostrando que somos unos berracos, pero en el momento de educar a sus hijos, no dudó en volver a Colombia, a que crecieran comiendo ajiaco y el ponqué de la abuela, los valores de nuestra familia y las particularidades de nuestro país. Yo he tenido muchas oportunidades de irme del país, y no lo hago, porque siento que puedo dar más por mi país, porque algún día comprendí todo lo que este ha dado por mí.

Mis Fuerzas Armadas han protegido a mis hijos, los gobiernos han logrado que el país continúe creciendo pese a todos los problemas que hay, los deportistas y artistas nos dan alegrías todos los días, los empresarios siguen haciendo las cosas que me daban alegría de niño y hermosas nostalgias de viejo. Mi país sigue adelante, pese a sus peleas internas, vanidades, pendejadas, divisiones, posiciones políticas, porque mi país no es un nombre, sino la suma de 47 millones de personas que todos los días se levantan a ver cómo la pasan bueno y cumplen con sus responsabilidades; es por eso que la gente cuando se aburre en el trabajo, cambia de puesto, porque lo que quieren es pasarla bueno y cumplir en el trabajo, no estar condenados a un trabajo que cumplen sin ser felices.

(La Bandera de Colombia cantada por mi hijo Enrique)

 

Por eso ser colombiano no es solo libertad y orden, sino alegría y responsabilidad, fiesta y control, es risa y respeto, es diversión y prudencia, somos vida y progreso. Lo que a veces se nos olvida, porque las cosas nos dispersas un poco, es que el secreto de ser colombiano es que comprendimos la importancia del “y”, y cada vez menos rechazamos el “o”, no solos liberales o conservadores, sino liberales y conservadores; no somos pobres o ricos, sino pobres y ricos; no somos blancos o negros, somos blancos y negros; ni mucho menos somos rumberos o caseros, sino rumberos y caseros. Porque el colombiano es diversidad, es comprender que podemos vivir la diferencia, que podemos vivir fuera de los extremos, las divisiones, las polarizaciones, aunque estas ocurran continuamente.

Si cualquiera nos mira desde afuera, pensará que estamos locos, porque anteponemos la alegría a la responsabilidad, y no es así, lo que pasa es que somos alegres por naturaleza y responsables por verraquera, y eso hace que nuestro país siga adelante pese a todos los problemas que hay.

Hace 296 años unos verracos metieron el grito de independencia, porque se cansaron del abuso, y armaron una parranda ni la verraca; hoy celebramos ese grito, ese momento, esa valentía, y lo hacemos con una fiesta, que comienza por poner el tricolor en la ventana de la casa, ponerse la camiseta de la selección y almorzar algún plato típico de la región en que vivimos, porque hoy cumple años no solo el país que nos vio nacer, sino el país en que nos vamos a quedar.

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