En los últimos 20 años, 4 de cada 10 colombianos siempre dicen que el país va mal, pese a que en 20 años este país ha cambiado radicalmente y las condiciones de vida han mejorado de manera contundente.

No entiendo por qué los colombianos somos tan pesimistas, es como si sintiéramos que estamos condenados a perder, a sufrir, a que todo nos salga mal. Esto se puede ver en el Gallup Poll, que cada dos meses publica la firma Invamer Gallup, desde hace más de 20 años. Comparando los gobiernos de Pastrana, Samper, los de Uribe y lo que ha pasado con Santos, siempre hay por lo menos 4 colombianos que piensan que las cosas no van bien en el país, inclusive en el gobierno de Uribe, donde la popularidad del presidente, los ingresos petroleros y las operaciones contra las guerrillas tenían a la opinión pública de su lado.

Esto hace que el cambio sea muy difícil. El país ha mejorado mucho desde la promulgación de la Constitución de 1991, pero para algunos colombianos las cosas van mal, siguen mal y han estado siempre mal. Es como si hubiésemos construido un escenario, donde el peso de la oposición al gobierno –sin importar de cuál estemos hablando– haga que la mitad de las personas piensen que por que no se hacen las cosas como ellos piensan que se deben hacer, las cosas van mal.

No es claro si de verdad es un sentimiento de pesimismo o la respuesta continua de una oposición al gobierno de turno; es claro que no tiene relación con la economía, la pobreza ni con el tema del conflicto interno, porque inclusive el día de la Operación Jaque, 14% de las personas decían que las cosas iban mal.

¿Qué hacer con esto? Podemos seguir viviendo con ello y siempre medir el verdadero sentir de los colombianos descontando estos efecto, o buscar la forma de cambiar esa actitud negativa sobre el país, que al final es una programación mental muy peligrosa, porque cuando la gente se acostumbra a decir que las cosas van mal, se programan para que así sea, y esto desemboca en que las cosas pierdan su dinámica, los logros no se vean y el panorama del futuro se vea cada vez más incierto.

Los colombianos celebran y hacen suyos los triunfos de los deportistas y artistas nacionales, porque sienten que en esos momentos de alegría, reconocimiento y euforia, los triunfos son de todos, porque se representa a una bandera o simplemente porque la persona es colombiana; pero si no se logran los campeonatos, inmediatamente viene una avalancha de calificaciones sin sentido. Ejemplo de esto es el ataque de algunos en redes sociales a Nairo Quintana por no haber ganado el tour, a Santiago Giraldo por haberse retirado del partido de la Copa Davis, e incluso cuando se dijo que a la Selección colombiana de fútbol le fue mal por quedar de tercera en la Copa América. Quizá porque esperaban el triunfo como si fuera de ellos, y no lograrlo les causa una frustración tan grande, que algunos comienzan a buscar culpables, en vez de mirar lo logrado.

Diversos estudios muestran dos cosas muy complejas de nuestra sociedad. La primera es que no confiamos en nadie. El estudio colombiano de valores estimó que a la pregunta “¿diría usted que se puede confiar en la mayoría de las personas o que no se puede ser tan confiado al tratar con la gente?”, menos del 20% dicen que sí, mientras el promedio mundial supera el 40% de respuestas positivas. Esta desconfianza, hace que nuestro tejido social sea muy débil, porque si no confiamos en los demás, es por dos posibles razones: nos han defraudado de una manera impresionante o, que en el fondo sabemos que podemos confiar en los demás porque si tuviésemos la oportunidad, nos aprovecharíamos del otro.

La segunda es aún más compleja. Toda la evidencia apunta a que el colombiano no asume responsabilidades, y por el contrario, las delega a un tercero. En nuestro lenguaje cotidiano oímos cosas como “eso no pasó porque Dios no quiso”, “no pudo hacer nada, eso es lo que dice el sistema”, “yo no le dije eso, quizá usted me entendió mal”, “este cruce debería ser permitido”, “por qué me multa, si todos hacen esa contravía”. Esta actitud, de excusarse en terceros, y esperar que sea Dios o el Estado el que solucione nuestros problemas cotidianos, hace que no nos enfrentemos a nuestros problemas, y solamente nos quedemos esperando que las cosas se solucionen solas, como en el caso en que se le debe a alguien, y se oye decir “al final el problema es de él, él es que debe recuperar su plata”.

Estos imaginarios que hemos creado, donde la culpa nunca es nuestra, donde el incumplimiento de nuestras responsabilidades no tiene consecuencias, donde no podemos confiar en el de al lado, en que aprovechamos cualquier oportunidad para hacer trampas y salir beneficiados, hace que siempre pensemos que un destino mayor, nos debe asegurar que las cosas salgan bien para nosotros, y si eso no pasa es culpa del gobierno de turno, y quizá es por eso que muchos colombianos siempre piensan que las cosas van mal: porque las cosas no pasan solas, y algunos se han acostumbrado a no esforzarse por lograr lo que quieren.

Necesitamos concientizar a la gente de esto. Necesitamos que las personas hagan las cosas bien, que respeten las normas, que no se aprovechen de los demás, no esperen que las cosas pasen solas, que tomen su destino por su propia cuenta; o de lo contrario seguirán esperando que “Dios se lo pague”.

@consumiendo

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Por si le interesa, ayer escribí sobre los cambios culturales, que nos ponen a pensar si en el futuro, ¿seremos musulmanes?.