Los perros se pueden domesticar, obedecen, aprenden trucos, tienen rutinas y cumplen las normas, los gatos no. Los gatos son animales domésticos pero no domesticables, hacen las cosas a su manera, son voluntariosos y consentidos, no les gustan las normas, porque les gusta hacer cosas que cualquiera diría que no se deben hacer, pero para ellos son normales.
Los colombianos somos como los gatos. No nos gustan las normas, pero no por eso somos delincuentes; somos pícaros, pero no por eso hacemos las cosas de malos, sino por divertirnos, sin comprender del todo los efectos de las cosas que hacemos; creemos que las cosas se puede hacer, así no se deban hacer.
Don Emilio Yunis, un brillante genetista colombiano, me dijo una vez que los colombianos somos ladinos, como El Lazarillo de Tormes, y todos esos pícaros de la literatura española, como el Buscón de Quevedo e incluso los personajes de la Escuela de Robinsones de Cervantes. Por alguna razón, los colombianos nos comportamos como pequeños niños que hacen picardías, toman cosas ajenas, buscan el camino más rápido, los atajos y mecanismos escurridizos para cumplir con sus metas, siempre buscando el camino fácil, usando su potente inteligencia, para no tener que ser pacientes y constantes. Así son los gatos.
Los gatos hacen las cosas a su manera. Son consentidos, pero solo cuando ellos quieren. Son amigables, cuando se les viene en gana. Son visibles cuando les conviene. Son curiosos, porque les conviene.
Los gatos son mágicos, místicos, como si guardaran un secreto. Son fieles pese a su personalidad. Miran fijamente a los ojos y esperan el momento correcto para saltar y capturar a su presa, con la misma agilidad, que empiezan a saltar como locos sin saber por qué.
Aquellos que viven en una casa, siempre están buscando la manera de escaparse, porque no les gustan los límites, las paredes, la insoportable condición de estar encerrados. Les gusta la noche, el tono tenue de la luna, la ciudad sin los ruidos de la modernidad, como si buscaran ese romanticismo del pasado.
Por eso, pienso que los colombianos somos como los gatos, y si bien me puedo equivocar, sí estoy muy seguro que no somos como los perros. Quizá por eso la gente hoy tiene más gatos.
Por si le interesa, ayer escribí sobre el nivel de pesimismo de los colombianos en Los colombianos siempre creemos que vamos mal