Cuando la gente marcha y el gobierno oprime, es porque algo teme.

Colombia por años ha visto marchas de todo tipo, desde los movimientos sindicales que con cierta periodicidad marchan, hasta el glorioso 4 de febrero donde el país le dijo no más a las FARC. Los gobiernos de turno han puesto al ESMAD a cuidar las instituciones y la infraestructura, y en algunos casos se han visto hechos violentos que son dolorosos de recordar. Pero pese a todo, siempre marchamos por lo que creemos, seamos de izquierda o de derecha, porque para salir a la calle no se requiere ser de un tipo de pensamiento político.

Hoy Venezuela marcha. No marcha por su pasado, marcha por su futuro. No lo hacen para tumbar al régimen, sino para exigir su legítimo derecho constitucional a llamar un referendo revocatorio, en el marco de una constitución escrita por las mismas personas que hoy están en el poder.

No quieren hacer trampa, sino mostrarle al mundo que a ellos sí se la están haciendo.

Maduro debe comprender que una democracia es el poder de la libertad y de las mayorías, pero defiende su mandato con arrogancia y torpezas, en vez de enfrentarse a la voluntad popular, como incluso se está haciendo en Colombia con el tema del acuerdo con las FARC.

El miedo radica en que los regímenes socialistas y comunistas, subsidian a los más pobres para mantener su poder, pero cuando ya no hay cómo seguir comprando sus conciencias, la democracia queda en riesgo de muerte.

De niño soñaba con ir a Venezuela, el gran país de las industrias, el arte y el entretenimiento. Veíamos novelas, escuchábamos su música, envidiábamos la gran Caracas. Hoy, por errores de sus mandatarios, las empresas se han ido, la industria se ha marchitado, pese a tener un precio del petróleo al doble de las grandes épocas del país en los setentas y los ochentas.

Es cierto, la corrupción de la clase política oligarca fue enorme y desencadenó la llegada de una torpe dictadura disfrazada de democracia, donde el remedio salió peor que la enfermedad. El abuso del poder, la ignorancia defendida por la arrogancia, el fin de las libertades, la opulencia de los mandatarios y el hambre del pueblo, son y serán la condena de estos dictadores democráticos que hemos creado en el continente. Es muy triste como elegimos a nuestros verdugos, pero es humillante ver cómo los reelegimos.

No tiene sentido ver cómo uno de los países más ricos del mundo y con las mejores tierras fértiles posibles, tienen a su pueblo con hambre y desabastecimiento, por imponer un modelo sin sentido ni motivaciones, que eliminó las condiciones para que el mercado fluyera para todos y sobrará para muchos.

Por eso marchan hoy los venezolanos, porque no quieren la Venezuela de hoy, recuerdan la del pasado y sueñan con una mejor.

Pero, esto solo se puede lograr si se lleva a cabo el referendo revocatorio, que a todas luces es legal y ya fue autorizado por las mismas instituciones, mas es detenido por débiles argumentos legales, que solo hacen que la gente se ofenda más y aumente la oposición al gobierno.

Quizá, lo que pasa es que le tienen temor a los tiempos después del poder, como le pasa a Cristina Kirchner después de perder las elecciones, a Dilma Rouseff que fue destituida por su propio Congreso, o a Alberto Fujimori, que fue juzgado años después por el abuso de poder; no es una cosa de izquierdas o derechas, de pobres o ricos, de oligarquías y pitiyankees, es por el alma misma de la democracia: la libertad, la posibilidad de pensar diferente, la opción de tener sueños y cumplirlos.

¡Marcha Venezuela!, muéstrenle al mundo por las redes sociales y los medios que sea posible, que las firmas estampadas en un formulario de apoyo a un referendo democrático, se convierten en personas volcadas a la calle, sin violencia, con orden, claridad y déjenle ver a sus Fuerzas Armadas que ustedes son el pueblo, no su enemigo, y que siempre han sido su razón de ser, porque las fuerzas armadas de cualquier país, solo están para cuidar a sus ciudadanos, no a aquellos que les niegan la libertad y la comida. El poder es para servir, y no para servirse del poder.

¡Chamos, con toda!, ¡Cónchale Vale, mis Panas, hoy el mundo verá la torpeza de sus gobernantes!