El gobierno presentó un presupuesto 2017 con lo que se puede y no con lo que se quiere, ni mucho menos con lo que se necesita.
El monto del presupuesto es de 224,4 billones de pesos, creciendo cerca de un 3.9% frente a 2016, que se presentó por 215,9 billones, con un crecimiento nulo frente a 2015 y que requirió un recorte de 6 billones adicional.
Este monto se estimó bajo una serie de supuestos, que dicen que el gobierno en 2017 no va a recibir ingresos limitados por impuestos y petróleo, y por eso no pueden gastar más de lo que se tiene, bajo el marco de una política seria de austeridad. Algunos podrán decir que se puede ser menos austeros en épocas de vacas flacas y comprometer parte de un posible buen futuro para tener un presente más alentador, pero eso no solo significa endeudarnos más y pagar más deuda, sino que el mundo financiero global se asuste: es como si usted ha dicho que está apretado pero va bien, y le pide al banco plata para financiar el pago de sus servicios públicos.
Mas ante esto se abre un debate político interesante: el Congreso le está pidiendo más presupuesto al gobierno nacional, porque el país necesita para más cosas. Ese ejercicio es muy bueno y de hecho es el sentido histórico del parlamento el debatir impuestos y gastos del gobierno.
El primer pensamiento del colombiano es que quieren “más mermelada”, pero al verlo en detalle, se ven cosas muy interesantes. Si el Congreso pide más gasto, está dispuesto a meter una reforma tributaria más pesada a final de año, para que en 2017 y 2018 que son años electorales no se sienta la presión sobre los votantes, y se tengan los recursos para expandir el gasto de manera prudente. A lo que suma, la firma del acuerdo con las FARC, que requiere una serie de gastos para financiar los puntos definidos, de los cuales el pago a los reinsertados es una ínfima cuantía, cuando se compara con lo que se pide en el tema agrario.
Si el Congreso pide más, debe aumentar los ingresos del gobierno, y eso se convierte en una enorme oportunidad de realizar una reforma tributaria mucho más sólida este año, lo que es conveniente y necesario, para llevar a Colombia a un futuro más sólido.
Creo que es sano lo que el Congreso está haciendo y si lo hace bien, incluso puede mejorar su imagen ante la población, demostrando que ese mayor presupuesto no es “mermelada” sino inversión en las regiones para el desarrollo, que serán auditadas por un tercero independiente, que asegure que eso no se va a pagar favores políticos.
No obstante el gran riesgo lo tiene el gobierno, por la tentación de hacer promesas antes del plebiscito para asegurar apoyos políticos, y meter al país en una carrera de gastos sin financiamiento.
Es un interesante momento de las finanzas públicas, y así la mayoría de los lectores lo vean como una jugada corrupta y politiquera, quizá es el acto correcto del Congreso, al comenzar a pedir más pero asegurando que habrá más ingresos.
Esto no es popular, porque a nadie le gusta pagar impuestos, o de lo contrario a los tributos no se les diría “impuestos”.