Esta orden afectó negativamente la vida a muchas personas. Para unos fue una programación mental a que se deben comer todo lo que haya en el plato y esto les ha generado obesidad, y para otros fue uno de los momentos en que se enfrentaron a los débiles discursos de los padres retóricos manipuladores.

Es muy difícil lograr que un hijo coma en ciertos momentos –eso lo sé de primera mano, pero no por eso los papás debemos equivocarnos. Existen dos posibles situaciones que nos hacen actuar de manera muy emocional sobre el niño, causando en él recuerdos mentales y comportamientos equivocados.

La primera es cuando el niño no quiere comerse lo que le sirvieron, y eso nos molesta porque lo cocinamos con trabajo y cariño, y él por la razón que sea, no se le da bendita gana de comer. Puede ser porque no quiera comer o porque no le gusta, y nuestra reacción es exigirle que lo haga, lo que hace que lo haga de mala gana, tomándole más jartera a ciertas comidas. Los vegetales, el hígado, la remolacha e incluso la cebolla, son cosas que a mí no me gusta comer, y mucho tiene que ver con la forma en que me obligaban a hacerlo de niño. Es el mismo caso del libro que nos hacen leer en el colegio, que al final no fomenta el hábito de la lectura y causa que el texto nos importe un bledo.

La segunda, es que los platos que les servimos a los niños son desproporcionados para lo que ellos quieren en ese momento. Nos acostumbramos a servir platos con cuatro elementos, de los cuales dos de ellos son harinas, y los acompañamos con sopa, frutas y postre, y cuando el niño ya se ha cansado de comer tanto o está lleno, le exigimos que se coma todo. Gran error.

En esa exigencia, el niño se programa mentalmente a no dejar nunca nada del plato, y eso genera que la gente coma de más como adulto y tienda a la obesidad en muchos casos (no en todos), al punto que los psicólogos y nutricionistas lo llaman el “síndrome del plato vacío”.

A lo que se suma la poca creatividad de los padres, es decirle al niño “!te comes todo!, piensa en los niños que no tienen que comer, y tú botando la comida”, causando en el niño una responsabilidad inexistente, porque el hecho que ellos no se coman ese plato de comida, no va a cambiar el hambre o la pobreza en el mundo. Esto tiene su punto máximo, cuando un niño le dice al padre: “Tienes razón, vamos y se lo llevamos a ellos”, lo que causa una pelea en casa, porque “el niño fue grosero”, y la verdad, es que fue justo o muy inteligente.

Fácilmente como padres caemos en el pensamiento de “si yo hubiera dicho o hecho eso de niño, me hubieran castigado”, lo que es un pensamiento completamente incorrecto. Nadie sabe cómo ser padre y todos nos equivocamos sistemáticamente, pero si algo hemos aprendido es que esas cosas que no nos gustaban cuando hijos, no las vamos a hacer como padres.

En el tema de la comida, el mundo es más complejo. Crecimos en entornos de escasez, donde se cocinaba una sola comida para todos y todos debían comer lo mismo; mas hoy se puede llegar al punto de tener 4 platos de comida diferente en una mesa de cuatro personas, porque cocinar es más fácil y hemos aprendido a respetar los gustos de cada uno. Algunos dirán que por disciplina “el niño se debe comer lo que le sirven”, incluso por respeto y para que se forme sobre cómo son las cosas en la vida, pero también nosotros como adultos nos debemos formar y reflexionar sobre los gustos y necesidades de nuestros hijos. Sí, es más difícil cocinar más platos de comida, pero cada vez es más fácil; debemos reconocer que el mundo cambió, y que en muchos casos nosotros lo cambiamos: antes veíamos un programa de televisión a una hora establecida y hoy lo podemos grabar o simplemente ya no se emiten en horarios, sino en plataformas por demanda, cambiando completamente los hábitos de consumo que teníamos de niños, y se nos olvida reconocer esto en nuestra cotidianidad. El mundo cambió, pero le pedimos a nuestros hijos que tengan una infancia como la nuestra, incluso en las cosas que no nos gustaban.

Por eso debemos tener cada vez más cuidado en el tema de la comida con los niños, no solo por los azúcares, o las gaseosas azucaras y los cereales con sodio, sino en las cantidades de comida que les damos: porque seguimos cayendo en la hipocresía de exigirle al niño que se coma toda la bandeja paisa que tiene miles de calorías y grasas, que eso es mejor que un cereal de caja, porque tiene algo de sodio.

@consumiendo

www.camiloherreramora.com

Por si le interesa, ayer escribí que sobre el rol de los padres en los jóvenes emprendedores