La paz no se firma, se hace. La hacemos cada uno de nosotros. No la hace el gobierno y la guerrilla, la construimos cada uno con nuestras acciones.

Las cifras muestran como en años pasados, solo el 5% de los homicidios eran causados por el conflicto y que más de 20.000 personas al año morían por nuestras intolerancias y esa agresividad que tenemos por dentro. Algunos dicen que el licor nos hace violentos, pero la verdad, es que algunos tienen esa violencia por dentro y se desata no solo con unos tragos, sino con un algún accidente de tránsito, un mal entendido, una torpe mirada. Es momento que nos miremos más profundamente, y revisemos de donde viene todo esto.

Los colombianos no somos violentos, como muchos dicen, pero sin duda aún no sabemos solucionar muchas de nuestras diferencias. Creemos que debemos convencer a los demás de nuestras ideas o imponérselas y por esto –algunos– llegan a los límites de la violencia para hacerlo.

Hemos matado por amor, o eso decimos. Hemos matado por cuidarnos, o eso decimos. Hemos matado sin culpa, eso decimos. Y lentamente nos hemos matado, sin decírselo a nadie.

Se firmó este acuerdo y comienza el camino más complejo, ese donde debemos comenzar a cambiar, a escuchar al otro, a debatir y no a discutir, y donde debemos comprender que ideas contrarias pueden vivir en un mismo espacio.

Ayer se firmó el acuerdo, ahora comienza el proceso de paz, de esa paz con nosotros mismos, con los demás, con el pasado y con el futuro. La paz es un estado del alma y nos llevará tiempo lograrla.

 

«Nuestro trabajo es dejar un mejor país para nuestros hijos, pero les pido a todos… Qué dejemos mejores hijos para nuestro país«…