Ponemos impuestos para desmotivar el consumo, pero pretendemos financiar al país con eso. Este es un país de cosas absurdas, y quizá una de las peores es que se ponen impuestos para financiar la salud, en categorías en la que se busca que el consumo disminuya, por ser consideradas malas para la salud.

Es decir, le ponemos altos impuestos a los licores y los cigarrillos, para que la gente sienta que las cosas son caras y no las compren, pero esperamos que esos impuestos financien la salud de los departamentos, fundamentando el bienestar de los colombianos, en lo que la misma norma considera personas viciosas.

Un caso digno de traer a colación es el de la cerveza. Hace años, le subieron el IVA a la cerveza para aumentar el recaudo de impuestos para la salud, y la cosa les salió bien, porque el consumo de cerveza creció. No creció por el impuesto, sino por otras condiciones de mercado, incluida la brillante ejecución de mercadeo de Bavaria, pero cuando la norma se mira en detalle, es completamente desastrosa: más del 70% de la cerveza la toman personas de ingresos bajos, y por ende la salud de los pobres es financiada por el bolsillo de ellos mismos.

Así, hoy no solo tenemos un sistema tributario que espera que la gente sea viciosa, sino que las personas con menor ingreso son las que pagan el tributo, “autopagando” su salud “gratuita”.

El debate de anoche en el Senado, consolidó esto mucho más y profundizó la visión de economía cerrada y feudal en que vivimos. Como nadie sabe cómo financiar los departamentos, se busca defender a toda costa el monopolio rentístico de los licores, al punto que según la norma que se consolido ayer, solo se podrán comprar aguardientes regionales en cada departamento, reduciendo completamente la competencia y la libertad de elección del consumidor; situación a la que la SIC hace silencio, inclusive en los debates, pese a que se definen por ley monopolios en un mercado de libre competencia.

…»No me den trago extranjero
Que es caro y no sabe a bueno
Y porque yo siempre quiero
Lo de mi tierra primero»…

A esto se le suma, que le ponen más impuestos a los licores importados, para evitar que las empresas licoreras departamentales se “quiebren”, debido a la feroz competencia internacional, pese a que en el país no se hace whiskey y estamos muy lejos de tener rones, vodkas y vinos de la calidad que el mercado puede tener; mas preferimos mantener la mediocridad de nuestra industria, para que los departamentos tengan rentas monopólicas, a costa de la libertad del consumidor.

Así pues, los departamentos defienden sus monopolios alcohólicos, pone impuestos a la competencia, reducen la libertad del consumidor y esperan que la gente tome cada vez más, para mantener financiada a la salud.

Al comprender esto, es que uno entiende el dolor moral de ser Ministro de Hacienda en Colombia: más de 10 años de estudio de economía, para defender en el Congreso, tributos sin sentido y antitécnicos, a sabiendas que lo que se hace no tiene sentido.

Ahora vendrá la reforma tributaria, donde sin la menor duda, intentarán ponerle impuesto a las bebidas azucaradas, bajo la premisa que son malas para la salud, porque causan obesidad y que por eso se les debe capturar un impuesto, para que el sistema de salud tenga recursos para compensar las enfermedades conexas a los problemas generados.

Este discurso es claro en cigarrillos, donde el humo causa serios problemas respiratorios a terceros; incluso en licores, porque por la irresponsabilidad humana, la gente maneja con tragos y mata personas, pero en las gaseosas el cuento sí es muy reforzado: decir que la obesidad de los colombianos viene de las gaseosas y no de nuestra comida diaria que tiene dos harinas por plato, o del sedentarismo de la gente, si es una cosa muy difícil de defender, cuando un plato de almuerzo corriente tiene más de 3.500 calorias.

Sean honestos, digan las cosas como son: señores colombianos consumidores, necesitamos su plata para mantener el estado ineficiente que tenemos y como el gasto en salud es creciente, cada vez necesitamos más dinero de ustedes. Dejen los cuentos de los “impuestos saludables”, “los monopolios proteccionistas”, y el de “los beneficios tributarios”, porque el país cada vez les cree menos.