La autocracia que reina en Venezuela, no es otra cosa que la necesidad de los que están el poder, de mantenerse en él para no ser condenados por su pueblo.
Pueden disfrazarlo con discursos populistas, decir que la Asamblea busca un golpe de estado o que la comunidad internacional está fraguando una conspiración para sacar a los Revolucionarios bolivarianos del poder. La verdad es más simple: el pueblo se cansó, tiene hambre y ha visto como los líderes se han enriquecido intestinamente, mientras las tasas de desnutrición del país aumentan alarmantemente poniendo en riesgo el futuro de Venezuela. Cuando su hijo tiene hambre, usted comprende que la llamada revolución fracasó, sin importar si usted es campesino, empleado o militar, si su hijo tiene hambre, usted tiene que hacer algo.
Es el momento en que los militares venezolanos comprendan que deben respetar al pueblo y no tomar partido, porque en su misma constitución es claro que su deber es defender a las personas y después a las instituciones.
Los militares deben evitar que hayan muertos esta semana en Venezuela, y sobre todo que esos muertos se causen por sus propias armas, porque las Fuerzas Armadas Venezolanas son las que deben equilibrar la balanza, en un país donde los criminales se tomaron el poder, se aferran a él para no ser juzgados. Incluso llegando al extremo de corromper a mucho oficiales militares en el proceso, para asegurar que ellos mismos deban mantener ese poder corrupto, para cuidarse a sí mismos.
Hoy Venezuela clama por lo justo. Por comida, por libertad, por trabajo, por la oportunidad de soñar y de hacer los sueños realidad. Pero, una vez más en la historia de la humanidad, el poder ambicioso de unos líderes, que disfrazan el delito con discursos políticos populares, ha llevado a un país a un estado deplorable, por la simple terquedad de defender una ideología hipócrita, que no busca mejorar a los menos favorecidos, sino vengarse de un sistema que no los benefició, llevándose por delante todo lo que tengan a su paso, mientras acumulan enfermamente riquezas, convirtiéndose en figuras mucho peores que aquellas contra las que decían luchar.
El miércoles marcha Venezuela a restablecer su orden constitucional, y las Fuerzas Armadas, y en particular cada soldado y oficial de rango bajo y medio, deberán escoger si le sirven la nueva burguesía o al pueblo, a su madre, a sus hijos, a sus hermanos y a su futuro mismo.
¡A las calles!, a mostrarle al mundo que en Venezuela hay una dictadura de las peores: de esas que dicen que están con el pueblo, pero que en verdad lo están matando de hambre para mantenerse en el poder por el miedo a la verdad.
No son gobernantes, son delincuentes y de los peores. Esos que deciden que los venezolanos no merecen tener 3 comidas al día, poder trabajar dignamente, votar libremente y sobre todo, tener una opinión sobre el gobierno, sin importar si se está de acuerdo con él o no.
¡Venezolanos, a las calles!; ¡Fuerzas Armadas, a defender a su gente, a su país, a su nación!, porque cada día que pasa y aumenta la desnutrición de su nación, su futuro será peor. No olviden eso.
«Ser pacífico, no es ser Pendejo», Henrique Capriles