Es bella la historia de los que nacen en este mes, el último del año, no solo porque deben defender su regalo a capa y espada, para que no se lo junten con el de navidad, sino porque – mayormente – son hijos del amor de Semana Santa, que ocurre 9 meses antes, y es un momento pecaminoso para algunos, y casi siempre intenso para muchos, por ser una temporada de descanso, de reflexión, de lluvias y de momentos íntimos.

No todos nacen de un momento sin control, algunos nacen de un momento calculado y acordado por sus padres, bajo la idea de tener un hijo, como prueba de su amor y armonía. Estos bendecidos, por cálculo o intensidad, nacen el mismo mes que el Niño Dios, que si realmente nació en diciembre, es fruto del mes del Pesaj (la pascua judía), que celebra la salida de Egipto del pueblo de Israel, y que deja ver que el Dios católico escoge un momento icónico de la religión para bendecir a María.

Fuente: RADDAR

Es curioso darse cuenta que más o menos el 68% de los colombianos nacen en el segundo semestre, haciendo un maravilloso homenaje a todas las fiestas y ferias de nuestros pueblos, dejándonos un septiembre, el mes 9 del año, con una enorme concentración de cumpleaños como consecuencia de la Navidad, el fin de año, las Ferias de Cali y Manizales, y otras muchas celebraciones, que causan el ambiente propicio para que el amor se vuelva una piel incontrolable; o los octubres y noviembres en Barranquilla, que sonríen a celebrar el cumpleaños de tantos Joselitos.

Algún día me di cuenta de esto, y le pregunté a mis padres, y por la ausencia de respuesta y sus miradas pícaras y tímidas, comprendí que efectivamente soy hijo de la semana mayor, con mucha probabilidad que la finca de mi abuelo y sus torrenciales aguaceros de marzo y abril, hayan sido testigos de un momento de amor intenso de esos maravillosos padres que la vida me dio, y qué vida me dieron.

Haga usted sus cuentas: si sabe que nació 9 meses después, ¿en qué mes y momento, se dio ese mágico encuentro?