El cruel asesinato de Yuliana Samboní, la machista y misógina canción de Maluma, las noticias sobre hombres que golpean a sus parejas durante todo el año y los ataques de ácido que aumentan preocupantemente, dejan ver como nuestra sociedad en muchos casos ha reducido a la mujer, a ser un objeto sexual, que puede ser abusado, dominado y poseído por el hombre a su gusto y gracia.
Es difícil saber dónde comienza esto, pero sin duda debe parar ya. Escuchamos como se educa a la niñas para que no se dejen violar, para que se comporten de la mejor manera posible, e incluso se les aconseja no vestirse de ciertas maneras, para no incitar a los hombres; pero es raro ver que eduquemos a los hombres desde niños a respetar a las mujeres, a verlas no como un objeto sexual, sino como un ser de amor, que puede y deber ser deseado sexualmente, dentro del marco del respeto y con la total y libre decisión de vivir su sexualidad según sus deseos, y no los de otro.
“Cuando una mujer dice que no, quiere decir que sí”. Este deplorable concepto existe y se perpetúa en nuestro imaginario social, causando que el hombre considere que una negativa, es solo el primer paso a una posibilidad. Debemos recordar a todos los hombres del mundo, que cuando una mujer dice No, es No.
Desde la historia griega, Zeus crea a Prometeo para educar a los hombres, y después crea a Pandora, para llevarles todo los males; historia que se repite en muchas religiones, y que en la Biblia queda marcada con la concepción que Eva nace de la costilla del hombre y que fue quien pecó e hizo pecar a su marido, condenando a la humanidad. Hemos creado un mundo mitológico y religioso donde culpamos a la mujer de todos los males, y uno mediático, donde solo la vemos como un recipiente de placer para los instintos carnales. La publicidad no colabora mucho, ni los estereotipos de los medios de comunicación, pero con el caso de la evolución de Barbie queda algo de esperanza.
La única salida que tenemos es formar bien a los niños, a los cuales nunca les decimos que deben cuidar su virginidad, ni respetar su cuerpo, ni mucho menos respetar a las mujeres.
Desafortunadamente, un efecto de la liberación femenina y su lucha por la igualdad de géneros, ha causado que la feminidad se desdibuje, y la gentileza y caballerosidad del hombre desaparezca, desde el simple acto de darle el paso a las damas, hasta el no jugar deporte de contacto con ellas; esto ha causado que esa bella frase de “a una mujer no se le pega ni con el pétalo de una rosa”, haya sido olvidada, por una sociedad machista, donde se considera posible pegarle a una mujer, bien sea jugando o por un ataque de celos, en un momento de ira e intenso dolor.
Veo a mi madre, a mi esposa y a mi hija, y siento miedo. Miedo de una sociedad donde la cultura contiene la aceptación que la mujer es menos, es un objeto sexual, es una ama de casa esclavizada, donde sus ideas son ridiculizadas desde las enervantes preguntas a las “Reinas de Belleza”, hasta las preguntas de los periodistas a las grandes ejecutivas o las primeras damas, sobre cómo definen su vestuario.
A la mujer se le debe ver como el motor de la sociedad, como la custodia de la vida y el cariño, como un ser de amor y deseo, como un ejemplo a seguir y a escuchar. Cada vez más el mundo comprende esto, y tristemente los Estados Unidos no pudieron dar el enorme paso de mandarle el bello mensaje al mundo, que una mujer puede ser la líder del mundo libre, mientras que si lo hizo la comunidad financiera nombrando a la directora del Fondo Monetario Internacional y la Reserva Federal de los Estados Unidos, con la maravillosa complacencia de la silenciosa presencia de la Reina Isabel II, que lideró a Inglaterra en la segunda guerra mundial, honrando a sus antecesoras.
He conocido muchas empresarias en mi vida, grandes empresarias y ejecutivas, exitosas vendedoras, increíbles analistas y brillantes oradoras, que han logrado que “Dejen de mirarlas y comiencen a escucharlas”; que son ejemplo de vida, de desarrollo, del sabio y delicado equilibrio de ser madre y profesional, artista, deportista o diseñadora, y que no solo son admiradas por sus hijos y sus familias, sino por el mundo entero.
A todo aquel que lea esto, le pido un favor que reflexione en las siguientes frases de nuestra “sabiduría popular”:
“Cuando una mujer dice que no, quiere decir que sí”.
“Pateas como una niña”
“Uy, quién pidió Pollo”
“Los hombres en la cocina, huelen a popo de gallina”
“Si mi marido me pega, será porque yo me lo gane”
“Ella se viste como hombre”
«Lo que nos pidan podemos, si no podemos no existe, y si no existe lo inventamos por ustedes»
«Es mejor pedir perdón, que pedir permiso»
Y quizá una de las peores, “Una mujer debe ser DAMA en la mesa, señora en casa y PUTA en la cama”, y sus diversas variaciones…
Al buscar estas frases en Google, digité “un mujer debe ser”, y me lleve la sorpresa que las búsquedas más comunes se refieren al rol dominante del hombre y la sumisión de la mujer, dejando ver que hay mucho camino por andar, no solo para que respetemos a la mujer como debe ser, sino para que como hombres aprendamos que ser macho no es dominar ni poseer a la mujer, sino que por el contrario, hay que ser muy macho para comprender que el No de la mujer, simplemente significa que No.