Los funcionarios públicos en Colombia a veces nos recuerdan más a las altas cortes europeas antes de la Revolución Francesa, que a la clase tecnocrática austera que deberían ser para un país como el nuestro.

Ser funcionario público de libre nombramiento y remoción, o congresista, ministro, funcionario de ente multilateral, y otros diversos cargos, les da acceso a tener un vehículo, cuerpo de seguridad y unidades técnicas legislativas, que están a su disposición, incluso con un esquema de seguridad que sirve más de servidumbre que otra cosa.

He visto cómo muchos congresistas, diputados y concejales, ponen en sus unidades de apoyo técnico, a sus empleadas de servicio, para que sea el tesoro nacional quien pague por sus ellas. A lo que se suma, que los esquemas de seguridad –en su mayoría policías– terminan siendo los choferes de las esposas e hijos de los funcionarios, y hasta hacen vueltas bancarias, y hacen cosas de oficios varios de las cotidianidades, de estas familias de la nueva aristocracia colombiana.

Tristemente, algo parecido pasa con algunos jóvenes que hacen el servicio militar, porque terminan siendo parte de la servidumbre de los batallones, y muchas veces, de las familias de los oficiales, con la extraña adición de las bandas y grupos musicales, que terminan tocando hasta en las fiestas familiares de los militares y policías de alto rango.

Este es un claro fenómeno de corrupción, que se ha disfrazado por años en la cotidianidad del poder colombiano, donde un chófer de estos funcionarios, no solo maneja como si las reglas de tránsito no fuesen para él, sino que oficia de mandadero de las vueltas personales de la familia del poderoso. Un ejemplo claro, es lo que pasó a la salida del Procurador de su cargo, cuando se volvió público, que dejó definido un esquema de seguridad y servidumbre para los próximos años para el mismo.

Estoy de acuerdo con que algunos funcionarios tengan acceso a un carro de la dependencia y a un chófer, con el fin de agilizar sus movimientos en las ciudades, y que mientras se den los desplazamientos, el mismo vehículo funcione como espacio de trabajo y reuniones, pero no puedo estar de acuerdo, que ese carro sea solo para él, y que el chófer y los escoltas, solo puedan irse a casa, cuando esta persona así lo considere correcto.

Este es un tema que debe ser debatido con mucha profundidad. Más ahora que el conflicto ha pasado la intensidad del conflicto, la lucha contra los carteles y los niveles de seguridad deben ser menores, pero tengan la certeza que quitarle un carro, los escoltas y sus empleados “técnicos” a un funcionario público que esta acostumbrados a ellos, es una cosa tan difícil, como bajarle el sueldo a los congresistas.

Personalmente he sido “beneficiario” de estas servidumbres, porque en muchos casos, después de reunirme con algún funcionario, ellos gentilmente le piden a sus chóferes que me lleven a algún punto de la ciudad pasada la reunión, lo cual ha sido muy útil para mí, pero siempre me pregunto, ¿por qué los colombianos tenemos que pagar ese favor que me están haciendo a mí?

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