Todos tenemos un amor imposible y que nos duele profundamente. El amor debería ser intenso, simple, complejo, ansioso, emocionante, vibrante, sensual, erótico, apasionado, entregado, eterno. Pero el amor nos ha mostrado que es más enredado que eso y se nos presenta de tantas maneras, que en algunos casos llega a herirnos profundamente, y una herida de amor sana, pero la cicatriz que deja en el alma, es un recuerdo eterno de haber amado un amor imposible.

El amor imposible es así, imposible. Romeo y Julieta son la historia de un amor imposible por las terquedades del pasado, la sangre y el orgullo; Otelo, es el ejemplo del amor imposible, por la necesidad de posesión y de poder; Lolita es la historia de un amor imposible por las reglas de la sociedad, pero sobre todo por el respeto de una persona mayor, por el futuro de una adolescente, porque sabe perfectamente que si la enamora y lleva una vida con ella, le negará por siempre un futuro que no tendrá y que él sí tuvo como pasado. Paris y Helena, son la historia de un amor irresponsable que llevó al mundo a una guerra por el deseo. La literatura está plagada de amores imposibles, que hasta se cuentan en la biblia.

Mas hay dos amores imposibles que duelen mucho. El primero, es ese intenso y que nos llena de vida, y que nos pone en el filo de nuestra vida, porque nos pide renunciar a todo lo que somos y podemos ser por seguir ese amor; este amor imposible, no es culpa del amor, sino de la cobardía de uno de los dos, o de ambos, que no fueron capaces de luchar por esos sentimiento y mandar al mundo al carajo, para vivirlo intensamente.

Seguramente hay muchas razones para no vivir este amor imposible, y yacen en lo que lo define como tal: la diferencia de edades, la situación amorosa de alguno de los dos, la tenencia de hijos, de deudas, la distancia, las creencias, las pasiones, las religiones e incluso el mismo género de las personas. En todos los casos, lo que lo hace imposible no es la razón, sino la falta de decisión, o mejor, la decisión de no luchar por él.

Se puede decir que esto es de cobardes, de insulsos, de equivocados, pero en muchos casos, las razones para no luchar por un amor son más profundas que lo evidente. Algunos lo dejan pasar y cargarán el dolor toda la vida, porque aman tanto a esa persona, que no aceptan que ella se sacrifique por ellos y que deje atrás una felicidad enorme que la vida le depara, solo por quedarse sentada en un camino viejo y gastado, que solo le ofrece un amor infinito. La vida no es solo amor, y no nos encontraremos uno solo en el camino; a veces quisiera creer que eso fue lo que hizo que Humbert dejará a Lolita vivir la vida que debía vivir y no la que ese amor le reclamaba.

Hay un segundo amor imposible, que es a mi parecer, el más doloroso de todos. Dicen que existe el amor imposible donde uno ama perdidamente y que el otro no lo corresponde, lo que al final no es verdaderamente un amor, sino la obsesión de una persona por el cúmulo de bellezas que ve en el otro. Esta el amor imposible que mencionaba, ese por el que decidimos no luchar y cargar la cicatriz toda la vida; sin embargo, existe el peor de todos, ese que no tiene solución, que no es culpa de nadie, que vive en nosotros y morirá en nuestro corazón hasta el día que muramos con él: el amor de la persona que ya no existe.

No me refiero a la persona que murió, porque ese amor no es imposible, simplemente es un amor que falleció, donde el sentimiento seguirá puro y noble en nuestros corazones, y el tiempo será un buen recodo para suavizar el dolor y seguir adelante.

Me refiero al amor que sentimos por una persona que ya no es. Esa persona de la que nos enamoramos hace muchas lunas, que nos llenó de ansiedades, de pasión, de noches intensas, que hizo brotar miles palabras de nuestros dedos y poemas completos de nuestras miradas. Esa persona por la que lo dimos todo, por la que dejamos una vida entera para vivir otra, pero que por miles de circunstancias, comenzó a cambiar, como una rosa que se marchita o como un árbol que crece, convirtiéndose en una persona diferente a la que nos enamoramos, y que en un punto de la vida nos damos cuenta de todo y nos llena esa melancolía de lo que era y ya no es.

El peor amor imposible, es estar enamorado de un recuerdo; un recuerdo que no volverá, que nunca será igual, que ya ha muerto, pero sigue vivo en ti. Ese es el peor amor imposible, el que más duele, y que muchos callan en silencio, como si aún la esperanza que queda en el fondo, fuera suficiente para vivir, a sabiendas que la muerte ya se llevó a ese ser que amamos profundamente.

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