Lo que está pasando en Chocó y en Buenaventura cuenta mucho de nuestra forma de ser. La pobreza es rampante en ambos lugares, que están llenos de negros* y quizá por eso poco nos importan, y fácilmente apoyamos más a una perrita que fue golpeada por una personas, que miles de personas que han caído en la trampa del racismo, la indolencia y su propio descaro.

No más del 10% de nuestra población es negra, y donde están, la pobreza abunda; aún no tengo claridad si es porque somos tan racistas que hacemos todo para que no se desarrollen, o ellos mismos, por su amarga historia, parecen condenados a esta.

Hoy marchan en Quibdó y en Buenaventura, clamando por ayuda, por salir de su pobreza, por tener acueductos y hospitales decentes, y la ironía es que en ambos casos, han tenido el dinero para hacerlos muchas veces, y sus líderes políticos los han robado, manteniéndolos condenados a la miseria, siendo ellos, los políticos, los que han sido miserables con sus hermanos.

Es fácil decir que la culpa la tiene la corrupción, y que el gobierno nacional debe salir a saldar esta deuda histórica, pero la verdad se esconde más en el racismo que hemos construido, donde en las redes sociales nadie apoya a estos negros, y ellos, no dejan que la gente de “la capital” vaya a ayudarlos. Negros y blancos** somos racistas, quizá por la historia y los lenguajes que nos inculcaron: “no sea indio”, “trabaje como negro”, “no sea guache”, “los hombres no lloran”.

La salida a los problemas de estas comunidades pasa por todos y requiere trabajar a dos tiempos. Lo primero es intervenir en lo que es urgente y los gobiernos, tanto locales, como departamentales y nacional, deben intervenir bajo la figura de emergencia manifiesta o la que sea necesaria, porque más allá de las marchas, el momento político y la hipocresía de sus líderes, hay problemas urgentes que deben ser solucionados, como la desnutrición y la violencia, pero esto solo se logra con el apoyo de la comunidad, y la disposición de la mismas de dejar que otros lleguen a hacer las cosas, porque ya se ha visto, que por los poderes de las zonas, la solución de los problemas es lo que menos le importa a esas fuerzas.

Seguramente la Corte dirá que esto no una emergencia manifiesta, porque desde hace años se sabía que esas condiciones eran así y no se hizo nada, y pueden tumbar cualquier norma que se intente, y por pendejadas normativas e interpretaciones jurídicas tan mediocres, es que nuestro desarrollo está limitado.

Paso seguido, debemos comenzar a transformar al país, para que estas comunidades se desarrollen; porque no solo están atrapadas por su pasado, sino por un aparejo de normas nacionales e internacionales que las condenan. El tema ambiental, debe ser pensando de manera sostenible y no inmutable como muchas veces se hace, porque no solo hay que cuidar el legado de la naturaleza, sino las comunidades que en ellas viven, y esto requiere que ambos ecosistemas hagan sacrificios equilibrados.

Tenemos que construir carreteras, hospitales, escuelas y zonas productivas, para crear empleo, llevar desarrollo y reducir la pobreza. Algunos defienden la idea que hay que construir desarrollo sin tocar la selva, y eso es imposible, porque ellos viven en ella, y ella no solo está su historia, sino su futuro.

Hay que decirlo y decirlo claro: una buena parte de la culpa de la pobreza negra en Colombia la tiene el racismo de la capital y el racismo de los negros. Los “capitalinos” ven esa pobreza con desidia y se limitan a mandar recursos, bajo la excusa del modelo democrático y descentralizado que tenemos, y han dejado que una cantidad de corruptos y narcotraficantes se roben el futuro de esas comunidades; y los negros, han dejado que su clase política los roben de frente y los siguen eligiendo.

Los negros son parte fundamental del futuro de Colombia, no solo por los deportistas o músicos, ni mucho menos por el deber que tenemos de ayudarlos a salir de su pobreza, sino porque en su historia, está la historia de nuestro desarrollo.

Dejemos de ser indolentes con estas comunidades, pero tampoco seamos pendejos de darles todo. Debemos ayudarlos, no hacer las cosas por ellos; debe ser un trabajo en equipo, porque por el racismo que hemos construido, nos ha llevado a darles cosas y darles la espalda, y que ellos nos exijan cosas y las tomen para hacer lo que quieran, sin que nadie les pida cuentas.

El gasto público en 2016 fue cercano a los 159 billones de pesos, que significa el 18% del ingreso promedio de un colombiano, es decir, que detrás de cada $100 millones pesos que se gasta el estado, hay 48 millones de personas aportaron cada una en promedio $2 pesos, que parece muy poco, pero nos da derecho a exigir que las cosas se hagan y se hagan bien.

Por eso, como analista sentado en la capital, y con el bello honor de haber conocido ambas ciudades que hoy marchan, le pido al estado que deje la hipocresía y a esas comunidades que dejen el orgullo; sé que la historia es larga y dolorosa, que en muchos momentos cada uno tuvo la culpa de algo; pero no es momento de pensar de quien fue la culpa, y comenzar a solucionar las cosas.

 

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*Siempre les he dicho negros, y lo digo con cariño y respeto; si alguien considera que esta palabra no es la correcta, perdóneme de antemano, pero para mí, una de las cosas que más los hace únicos es ese color de piel; y decirles afrodescendientes, como algunos se proclaman, para mi es negar su identidad: porque hasta donde sabemos, todas los seres humanos somos afrodecendientes.

**Blancos no somos, somos mágicamente morenos claros: tenemos de españoles, de negros, de árabes, de indígenas, de mongoles, de asiáticos… si algo debemos tener en claro, es que blancos, no somos.