Esta es la dura verdad: si usted entra a cine, una persona le vende la boleta, otra las palomitas, una más le ayuda a acomodarse en la silla y muchas proyectan la película, y al final un equipo de aseo limpia nuevamente la sala, y usted sale a seguir en vacaciones con sus seres queridos o su amada soledad.
Los chóferes, pilotos, azafatas, los equipos en los aeropuertos y terminales, esos que están en las estaciones de servicio de gasolina, en los peajes, los tenderos, vendedores en las carreteras, los que venden en la plaza, en el andén, la playa, la montaña, en el río, aquellos que venden en los centros comerciales, en las tiendas en la calle, los duty free y hasta en los san andresitos; los que trabajan en los hoteles haciendo la comida, limpiando todo, sirviendo continuamente de la mejor manera; los chefs y cocineros de los restaurantes a manteles, hasta los de los almuerzos ejecutivos; en fin, mientras muchos están en estas vacaciones decembrinas, millones de personas trabajan para que ese descanso sea maravilloso.
No olvido tampoco a los financieros y contadores, quienes calladamente están cerrando el año fiscal y contable, para que todo quede a tiempo y no haya contratiempos legales; mientras los jueces están en vacancia judicial hace mucho, disfrutando del trabajo de los demás, y sin ningún cargo de consciencia que los procesos queden detenidos en el tiempo, causando enorme sufrimiento a muchos, porque “la justicia cojea pero llega”, pero eso sí, tiene vacaciones, como los congresistas, diputados y concejales.
Todas esas páginas de Internet que parecen que se manejan mágicamente tienen detrás miles de personas trabajando: programadores, generadores de contenidos, editores, community manager, domiciliarios y demás; que el mundo sea Rappi, no es solo digital.
Una mención especial a los héroes silenciosos en los hospitales las droguerías, estaciones de policía, batallones, campamentos de alta montaña, embarcaciones de la Armada en alta mar, miembros de la Fuerza Aérea en alerta, periodistas, editores, fotógrafos que trabajan, mientras muchos descansan. Todos esos que siempre están por si los necesitamos, y que casi nunca estamos para ellos.
Todas estas personas están listas para ayudarnos, servirnos, consentirnos, apoyarnos y hacernos sentir mejor y seguros, pero, ¿qué pensarán ellos en esos momentos, mientras nos sirven la comida o nos sonríen al entrar a algún lugar?, ¿al ver una pareja feliz en un sitio donde la atienden a las mil maravillas, a sabiendas que ellos podían estar sentados ahí?, ¿viendo un enfermo en mal estado y saber que debe cuidarlo la noche de fin de año y no puede estar con su familia celebrando? O, ¿en la mitad de la selva, guardando una posición, mientras millones de colombianos celebran la noche buena? ¿Qué sentirá un mesero cuando llega la medianoche y todos se abrazan?
Muchos de ellos lo hacen por necesidad, vocación o convicción; otros quizá por no estar sin hacer nada, pero casi todos porque esperan algo a cambio: bien sea dinero, sonrisas, reconocimiento, o incluso la satisfacción del deber cumplido.
Creo que les debemos un enorme reconocimiento a esas personas que silenciosamente se esconden bajo una sonrisa para que nosotros seamos felices, esperando ganar un dinero para cumplir con sus sueños.
Por eso los animo a que por lo menos los saluden, les sonrían, los hagan reír, les den propina, y que siempre, siempre, les den las gracias, porque sí que es una gracia, sonreír para que otros estén felices mientras descansan plácidamente sobre el trabajo de ellos.