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Óscar Figueroa tuvo que trabajar 22 años de su carrera deportiva para ganar el Oro. Muchos de nosotros, vivimos impacientes por tener todo al instante, con una mínima dosis de esfuerzo. Hay personas de las que tenemos mucho que aprender.

«Colombia, sepan que esto se llama experiencia», dijo el pesista Óscar Figueroa, tras ganar la primera Medalla de Oro para Colombia, en su categoría, durante los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.

Tal vez, fueron sus lágrimas la evidencia de que fue un triunfo hecho a pulso. Una medalla que cosechó durante más de dos décadas, en las que, seguramente, el fracaso estuvo presente -como en la carrera de cualquier deportista-.

Y es que, para un joven como él, a quien la vida lo retó desde que se enfrentó cara a cara con la crudeza de la guerra, en su pueblo natal, Zaragoza; vivir no fue fácil. Pero él no perdió la fe.

Siguió entrenando sin descanso y fue en los Olímpicos de Londres (2012), donde demostró de qué estaba hecho. Ganar la Plata fue solo un impulso para lo que lograría cuatro años después.

Óscar solo estaba esperando el anhelado Oro para despedirse del levantamiento de pesas. Y así lo hizo. Pero, para alcanzarlo, hubo un largo camino, nada fácil de recorrer. Incluso, una lesión en la espalda que amenazó con acabar con su carrera, forzosamente.

Mientras nuestro campeón lloraba de alegría, conmoviendo el corazón de todos los colombianos, me surgió una reflexión. Y es que, muchas veces, nos preocupamos más por tener que por vivir. 

Queremos todo ya, muchas veces sin importar el cómo. Nos engañamos pensando en que todo se logra sin esfuerzo y, en vez de tomar la perseverancia como ley de vida, nos rendimos ante el primer fracaso.

Satanizamos la derrota, sin pensar que, quizás, las situaciones negativas siempre tienen algo que enseñarnos.

Y, como consecuencia, vivimos la vida a medias, sin disfrutar y agradecer por lo que nos regala cada día. Con la angustia permanente de lo que no ha ocurrido. 

Sin duda, Óscar tiene mucho que enseñarnos. Pero la lección más valiosa es su admirable tenacidad.

Es no dejar morir los sueños, solo porque alguien que no cumplió los suyos cree que repetiremos su experiencia; pues estos son las motivaciones por las que los grandes esfuerzos, al final, valen la pena. 

Esto es lo que nos demuestra Óscar: que entre más arduo es el camino, más satisfactoria es la recompensa. Gracias por eso, campeón.

En Twitter:@AnaLuRey

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