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“Quiero que seas la persona más feliz del mundo” es lo que siempre me decía mi madre.
Ella me afirmaba constantemente que mi felicidad y bienestar era lo más importante en su vida. Lo curioso es que a pesar de que yo sabía el profundo amor que guardaban sus palabras, había una sensación extraña en mí, de malestar y rabia, cada vez que la escuchaba decir eso.
Noche tras noche cuando llegaba del trabajo oía sus suspiros de cansancio y sus quejas entre dientes de lo difícil que se tornaba la vida. Los sábados en la tarde la veía dentro de la cama viendo películas mientras trataba de recuperar alientos para continuar.
Un día después de una fuerte discusión me repitió entre lágrimas: “Yo solo quiero que seas la persona más feliz del mundo”, y yo en medio de la rabia le respondí fuertemente: “¡Adelante, empieza por ti y déjame en paz!”.
Les confieso que el mundo me conoce como una persona dulce, conciliadora y un tanto callada, pero en casa podía llegar a ser tremendamente exigente y aguda. Sabía perfectamente cómo tocar, con silencios o palabras punzantes, el punto más débil de las personas que más amaba.
Poco a poco fui creciendo y mi relación con mi madre, y conmigo misma, fue cambiando. Ella en medio de su valentía, tenacidad e inquebrantable forma de amar empezó a liberarse de muchas cargas, a cuidar de sí misma y a brillar con su propia luz. Había decidido trabajar en ella y vivir siendo feliz.
Ahora cuando estoy pasando por situaciones que son difíciles para mí, me acerco a ella y le preguntó: “¿ma’ qué hago?” , y desde su sabiduría me responde: “Sé la persona más feliz del mundo y ámate profundamente, así como yo te amo”.
No había más que decir, pude interiorizar todo.
Aprendí de mi mamá que la coherencia habla antes que cualquier palabra, gesto o imagen. Si no me reconozco, si no me acepto y por lo tanto, no pienso, siento y actúo en conexión a lo que soy, es inútil hablar de comunicación, en especial de la comunicación asémica, comunicación de la cual les compartiré en la próxima publicación.
Muy buen relato y excelente reflexión!
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