¡Mi computador se dañó la semana pasada! Y por primera vez pude escuchar aquello que me quería decir esta situación.
Me explico…
Venía en un ritmo acelerado, ansioso e intenso de trabajo. Dediqué más de 10 horas frente al computador para terminar unos trabajos pendientes, hasta que de un momento a otro, el computador dejó de funcionar.
Sentí toda la impotencia y la frustración del caso, pero por esas sincronicidades de la vida, mi mamá, justo en el momento en que le comenté lo sucedido, estaba leyendo un libro llamado “El Lenguaje del Alma” de Josep Soler, y me dijo:
– ¡Esto es increíble! y empezó a leer: “Las llamadas (del alma) más sencillas son las que se manifiestan en nuestro entorno inmediato, y que afectan a las cosas que nos pertenecen o que usamos regularmente. Por ejemplo, el hecho de que un aparato deje funcionar es la metáfora de que algo en nuestra vida ha dejado de funcionar. Quizás refleje un aspecto de nosotros que seguimos usando a pesar de que se ha quedado obsoleto, cuando en realidad ya no necesitamos esa antigua forma de ver la vida. La metáfora podría estar reflejando un patrón de conducta, una forma automática de reaccionar a una creencia que quedó anticuada. Todas estas llamadas empujan a dar un paso adelante en nuestro camino, yendo hacia lo nuevo y quizás hacia lo desconocido. Nos invitan a reconocer la nueva persona en la que ya nos hemos convertido, y contienen el regalo de aceptar quiénes somos hoy, soltando con agradecimiento las creencias que en su día nos sirvieron y que ahora ya no necesitamos.»
Seguido, ella también me dice:
– Revisa qué es lo que te quieres decirte a ti misma.
Fueron días de pausa mientras envié mi computador para ser arreglado. Me di la oportunidad de observar lo que sentía y pensaba, y así, al quinto día, después de una fuerte discusión, lo entendí. Estaba reclamando atención por algo que había pasado hace un tiempo, en pocas palabras, estaba haciendo tormentas en un vaso de agua por una memoria que estaba guardada en mi inconsciente.
Tan pronto la vi, la pude liberar, era el momento de soltar esa vieja creencia.
Fue inmediato y un tanto mágico, pues a primera hora del siguiente día recuperé mi computador, eso sí, con un nuevo disco duro.
El daño de mi computador, un evento que antes hubiese pasado desapercibido, hoy me permitió desvelar esa memoria de forma consciente y verificar aquello que se decía en el libro: los objetos que nos rodean son la extensión de nuestro cuerpo. Un cuerpo que siempre será el reflejo de nosotros mismos, de nuestras emociones, pensamientos y acciones. Un vehículo perfecto para experimentarnos y recordar que todo está conectado, y que eso que creemos que esta adentro o afuera es exactamente lo mismo.
Paola A. León