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Aunque algunos fieles se han alejado de la Semana Santa, muchos mantienen su fe hacia la celebración.
Teólogo Fabián Salazar Guerrero, director de la Fundación para el diálogo y la cooperación interreligiosa Interfe.
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Luego de revisar algunos escritos, quiero actualizarles la siguiente reflexión en dos partes: la primera, que muestra la dificultad la vivencia de la Semana y la segunda, los elementos que la hacen Santa.
¿Qué dificulta que se viva como Santa?
El proceso de convertir estas fechas en simples días festivos del calendario civil es el resultado de todo un proceso continuo y de varios años que podría señalarse en los siguientes elementos:
– Una celebración únicamente de calendario
Por la velocidad de la vida actual, cada vez se tiene menos tiempo para pensar, orar, meditar y reflexionar. El estrés, los malos hábitos, las preocupaciones le quitan humanidad a la vida y convierten a los individuos en máquinas que no establecen entre sus prioridades el crecimiento y cultivo de lo espiritual. La Semana Santa no les dice nada vital, en ocasiones se limita a un ejercicio cultural.
La instrumentalización de estas fechas religiosas decretadas como “festivos” hace que se conviertan, para algunos, únicamente en puentes vacacionales de descanso. No existe una opción religiosa por estos días sino un cumplimiento de calendario. En otros países el único día de fiesta es la Pascua y no tantas fechas religiosas a lo largo del año, que al final ocasionan un desgaste significativo de las fiestas religiosas.
La cultura de lo desechable y utilitarista pone en la balanza “vacaciones vs semana de oración” y por nuestro propio hedonismo sale ganando la rumba, la piscina, la playa y el licor, que dan resultados inmediatos y no requieren espiritualmente de paciencia para el amor, la conversión o la entrega.
– No es resultado de una vivencia cotidiana
En una cultura inmediatista la gente se desespera por no tener resultados instantáneos. Se quiere un Dios hecho a nuestra medida que se acomode a los propios horarios de disponibilidad y que haga “milagros”. La vivencia religiosa no se puede limitar a una semana ya que es un ejercicio de encuentro a lo largo de todo el año. Es entonces que no se puede esperar de una persona que viva en pocos días aquello que no vive en su vida diaria.
No es extraño ver cada día a más personas enfermas, más allá de lo físico, sumidas en la depresión, la soledad, la tristeza, el deseo de autodestrucción y el miedo. Muchas de ellas no dedican tiempo ni recursos ni espacios para sí mismas, para escucharse, para perdonarse, para encontrarse y para dedicar a la vivencia generosa del amor, la conversión y el silencio. Por ejemplo, no se aprovechan momentos especiales para el cultivo espiritual como es la Semana Santa con el fin de una sanidad interior que se proyecte a todo los aspectos de la existencia.
Se tiene terror al silencio, a la quietud, a las voces de la conciencia y por eso se busca el ruido interno y externo. Se piensa que un viaje, un paseo o una rumba pueden llenar el vacío del corazón. Este vacío es aprovechado por el comercio que anima al consumo con todos sus planes que “venden felicidad”.
– Cristianismo suave
Hablar de sacrificio parece anacrónico en una sociedad temerosa del dolor, el envejecimiento y la muerte. Pensar en dar la vida por los otros y en especial por los opositores parece una locura. Cada vez se comprende menos el amoroso servicio de Jesús desde una opción radical. Se prefiere un cristianismo “suave” que no exija, que no pida darse, que no pida compartir, que se limite a ritos o a contribuir económicamente.
Un creciente orgullo lleva a pensar que se es todopoderoso con la consecuente pérdida de la capacidad de agradecimiento. Se recurre todo el año a Dios para pedir, para exigir, pero pocas veces se tiene tiempo de agradecer y de alabar. Se niega de igual manera la dimensión comunitaria y el encuentro con el otro, parece que se quiere imponer el “autismo religioso” y la religión hecha a la medida.
– Cristianismo que pierde sus raíces
Aparecen diferentes circunstancias que hacen superficial la celebración de Semana Santa:
Ritualismo sin profundidad. En Semana Santa se cumplen rituales puntuales y pequeños “sacrificios” pero que no tienen consecuencias en la vivencia del cristianismo práctico. La superficialidad y la incoherencia son los mejores argumentos de todos aquellos que confrontan al cristianismo por la falta de testimonio de algunos de sus miembros.
Piedad emocional pero sin raíces. En esta semana más de uno llora con las películas, se siente rabia y compasión por Jesús, pero se aparece impasible ante el dolor humano del contexto. Se piensa que quedándose en la emotividad es suficiente para honrar la Semana Santa, y esto lo único que ocasiona es que se siga viviendo un infantilismo religioso sin una opción madura y comprometida de vida.
En esta semana es común convertirse a veces en espectadores de celebraciones religiosas sin que estas toquen la vida en lo profundo de la conversión, ya que es diferente “escuchar” la palabra a “ser” la palabra.
¿Qué la hace Santa?
Comenzare afirmando que todas las semanas del año son santas, que estas fechas de celebración no tienen significado por sí mismas sino en la medida que nosotros les demos un sentido salvífico.
Debemos entender santa no como prohibido, debemos entender santa como oportunidad de vivir las siguientes condiciones:
– Memoria
Cada Semana Santa estamos llamados a recordar los hechos de la pasión, la muerte y la resurrección de Jesucristo, contemplando profundamente las acciones salvíficas que hace más de dos mil años marcaron la historia de la humanidad. Se conmemora en forma litúrgica, narrativa y a través de representaciones y de procesiones los diferentes pasos que se desarrollan desde la entrada triunfal a Jerusalén, pasando por los hechos de la Pascua que llevaron a la crucifixión. Todo lo anterior leído a la luz de la resurrección. Vivir en memoria es hacer opción vital la profesión de fe “que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras que lo sepultaron y que resucitó al tercer día como también dicen las escrituras” (1 Cor 15,3-4)
– Presencia
La Semana Santa actualiza en el presente el amor pascual, no deja los relatos de la pasión como un hecho en el pasado sino que confronta con la muerte, en nuestros días, de las diferentes víctimas y con el imperativo de su cuidado y su liberación. Compromete con la esperanza en medio de un mundo que parece perderla en un mar de odios y violencia. Hoy no se puede decir que se ama a Dios sino se protege a los hermanos sino se los ayuda con sus cruces de dolor, de injusticia y de soledad.
– Legado
En la última cena deja Jesús el proyecto de vida para todo hombre y mujer de buena voluntad “Les doy este mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. Si se aman los unos a los otros, todo el mundo se dará cuenta que son discípulos míos” (Jn 13, 34-35). La enseñanza está antecedida por el gesto profético de humildad en la que el maestro lava los pies a sus discípulos haciendo presente el precepto que aquel que quiera ser primero debe ser último y servidor de todos.
– Misión – Testimonio
En Semana Santa se recuerda que aquel envío misionero se hace a todas las generaciones y no únicamente a los primeros discípulos. No es un asunto de otros o de religiosos, o pastores, o sacerdotes sino el compromiso fundamental de todo bautizado de dar razón de su fe y contagiar con la propia vida.
No es un asunto de proselitismo sino de coherencia entre lo que se cree y se vive en medio del mundo. En palabras de la oración de Jesús:
“Como me enviaste a mí entre los que son del mundo yo también los envío a ellos que son del mundo…No te ruego solamente por éstos sino también por los que después han de creer en mí al oír el mensaje de ellos” (Jn 17, 18,20)
– Entrega sacrificial
La Semana Santa muestra el amor llevado a la plenitud de entrega de la vida por los amigos y hasta por los enemigos, en una obediencia amorosa de cruz. No es la glorificación del masoquismo, ni la de un Dios sediento de sangre, ni el señalamiento contra un pueblo, ni la del sadismo morboso de la muerte violenta. Por el contrario, la cruz es el resultado de una vida coherente que incomodó a muchos mediocres, una vida comprometida que denuncio los abusos, una vida misericordiosa que se opuso a la marginación y al desprecio, una vida pacífica contraria a las tentaciones de la venganza, una vida plena que vence la muerte.
– Unidad
La Semana Santa nos exhorta a vivir la unidad en la diversidad. Mientras que como cristianos no se dé testimonio de superación de los odios internos, las persecuciones, insultos, acusaciones y divisiones no podemos cumplir el deseo de la oración de Jesús:
“Te pido que ellos estén completamente unidos que sean una sola cosa en unión con nosotros, oh Padre, así como tú estás en mí y yo en ti. Qué estén completamente unidos para que el mundo crea que Tú me enviaste” (Jn 17,21)
Cómo se puede celebrar la Semana Santa si seguimos dividimos por nuestros orgullos, nuestros egos, nuestros temores y nuestras luchas de una iglesia contra otra.
Contacto:
Email: teologosalazar@gmail.com
Twitter: @teologosalazar
Facebook: Fabian Salazar Guerrero
Es tiempo de perdonar y olvidar, que dejemos de atacarnos unos a otros y criticarnos hasta lo mas minimo. Colombia es un pais cristiano, no importa de que denominacion pertenescas, Catolica, Bautista, ortodoxa, luterana, presviteriana, pentecostal etc etc. la denominacion es cuestion de gustos, algunos les gusta la bulla y el show a otros el recogimiento y la calma, pero el comun denominador para todos nosotros es Jesucristo, quien murio por todos, no por unos pocos o ciertas denominaciones. el murio por todos incluso los de otras religiones como la musulmana, budista, sihck, indu etc. el unico requisito es recibirlo con nuestro señor y nuestro salvador.
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